‘Un millón de gotas’ sigue los pasos de las obras del autor, un largo recorrido internacional

Publicado el 21 agosto 2014 por Delecturaobligada @DelecturaOblig

Víctor del Árbol supo que quería ser escritor cuando deseó cambiar el destino de Héctor en la Ilíada

Arranquemos con una pregunta sencilla, ¿qué nos puede contar de su método de trabajo a la hora de escribir? ¿Se aísla? ¿Tiene alguna manía o costumbre?
En mayor o menor medida nuestros actos cotidianos están repletos de manías. Ocurre que no somos conscientes hasta que se hacen costumbre. Me gustan ciertos lugares, la terraza de mi casa, algunas plazas. Siempre espacios abiertos, un bolígrafo con punta de gel y una libreta de tapa dura (de la misma marca) con papel cuadriculado. Cortado corto de café, cigarrillos a mano. Los días de sol son los mejores.

¿Cómo suele documentarse?
Depende del tipo de documentación. De contexto, de paisaje, músicas, ciertas habilidades de los personajes…Soy usuario de bibliotecas y de archivos. Y tengo magníficas enciclopedias. Cuando es posible, me gusta viajar a los lugares en los que se desarrolla la acción, tomar fotografías, consultar mapas. También me gusta entrevistarme con personas que dominen el tema sobre el que verse el libro.

En su web encontramos la siguiente cita: “Para publicar hacen falta 2 cosas: escribir y ser perseverante”. ¿Ese sería su consejo a los aspirantes a escritores?
Es una manera de decir que en cualquier cosa que nos empeñemos necesitamos, por un lado, conocer el medio, amarlo, ser capaces de malearlo y, en segundo lugar, no perder el objetivo de vista por largo, arduo y complicado que sea el camino. Aún teniendo ambas cualidades, nadie nos garantiza lograrlo. E incluso cuando logres publicar te queda lo más difícil: que los lectores te reconozcan y lean tus libros. Vivimos tiempos de inmediatez y tenemos poca tolerancia a la frustración. Lo queremos todo, lo queremos ya. Pero para ser escritor no basta con sentarse a escribir.

En pocas palabras, ¿cómo definiría su estilo literario?
Directo, emocional, basado en el engranaje interno de los personajes sin descuidar la trama. Descarnado y sin mistificaciones. Un universo muy definido y propio donde siempre hay una pregunta de fondo: ¿de qué estamos hechos los seres humanos? Sin guiños a la complacencia o a la ingenuidad.

En la actualidad muy pocos escritores pueden vivir de sus ventas. ¿Cómo compagina su faceta literaria con el resto de sus actividades profesionales y familiares?
Básicamente, y hasta el momento, vivo de los derechos de autor que generan mis libros. Tengo el privilegio de ser traducido en bastantes idiomas y eso ayuda mucho. No me dedico a dar conferencias, no escribo (generalmente) en periódicos ni soy colaborador en medios de comunicación. Procuro ser pragmático y contenido para seguir haciendo lo que me gusta y vivir de ello sin aspavientos. La ventaja es que puedo organizar mi tiempo para las historias que voy creando. Tengo una compañera que me acompaña en este camino. Empezamos juntos, y seguimos en ello. Me anima y me da el espacio que necesito (que es mucho)

Hemos visto que en los últimos 4 años ha publicado tres novelas. ¿Trabajó en ellas de forma paralela?
En ciertas ocasiones. Por ejemplo, Un millón de Gotas empezó a fraguarse casi al día siguiente de terminar La Tristeza del Samurai. A veces existen vasos comunicantes entre historias distintas, personajes que no caben en la obra que construyo en ese momento pero que servirán para otra. Luego hay espacios distintos, como Respirar por la Herida, escrita de una tacada casi, porque el tema me atrapó desde el minuto uno y coincidió con un espacio en el que mi mente estaba en blanco.

Mucho más largo fue el periodo que fue desde el lanzamiento de El peso de los muertos (2006) y La tristeza del samurái (2011). En ese tiempo no estuvo sin escribir, ganó el Premio Fernando Lara en 2008 con una novela que no se ha publicado. ¿Verá la luz El abismo de los sueños?
¡Ojalá lo hubiese ganado! Es uno de los premios que me hubiera hecho muy feliz, pero en realidad, solo quedó seleccionada como finalista. El Abismo de los Sueños duerme en un cajón esperando su momento. A veces pienso en reescribirla, corregirla. Luego pienso que todavía hay tantas historias que contar, que puede seguir esperando.

Hablamos ahora de la novela que está promocionando actualmente, Un millón de gotas (2014). Conocemos la sinopsis, pero nos gustaría saber cómo describe la trama usted.
Es un largo y profundo viaje al corazón del lector, no importa de dónde sea o cuáles sean sus convicciones. Un camino que transitar entre el amor que sentimos la primera vez y que nunca olvidaremos, ante la incomprensión frente al daño que nos infringen otros, la pérdida de la inocencia, la búsqueda de nuestra propia identidad. Descubrir de lo que somos capaces para sobrevivir. Un viaje con el horror del siglo XX como trasfondo. Desde las minas asturianas a la Siberia Estalinista, la guerra civil española, los campos de exiliados en Francia, la época del franquismo más duro, la Barcelona de la especulación inmobiliaria y la delincuencia organizada del presente. Acompañaremos a Gonzalo en la búsqueda de su pasado y a cada paso correremos el riesgo, como él, de hacernos preguntas que tal vez no deberíamos hacernos. Y no son frases hechas. Es una promesa.

Muchos escritores tienden a buscar personajes con miles de aristas, secretos y traumas. Sin embargo, su protagonista –Gonzalo- es un hombre normal. ¿Pueden salir grandes historias de personajes normales?
Todas las grandes historias nacen de un parpadeo. Un momento, un gesto que queda atrapado y que es el punto de ignición. Un millón de gotas cuestiona el papel de los héroes institucionalizados, aquellos cuyas memorias quedan petrificadas en una escultura, una calle o un monumento. El héroe que me interesa es aquel que no sabe que los es. El que libra pequeñas batallas diarias para traicionarse lo menos posible. A veces los héroes pierden las guerras y son olvidados. Pero sin ellos no habría Historia que contar.

La historia de Un millón de gotas arranca con un suicidio. La muerte también tiene un papel destacado en la vida de Eduardo, protagonista de su novela anterior: Respirar por la herida (2013). ¿Le atrae la muerte?
La muerte es una mistificación que procuramos alejar de nosotros. En lugar de asustarnos, esa sapiencia debería alentarnos a vivir con más consciencia. Pero saber que todo es finito gravita sobre el inconsciente del ser humano y condiciona absolutamente su esencia como criatura. Todo lo que hacemos tiene como meta salvar ese encogimiento ante la frontera donde acaba nuestro entendimiento. Religiones, ideas filosóficas, arte, son concebidas para asumir lo inasumible. Que no somos dioses inmortales.

Su última novela también está conectada con elementos de la que publicó en 2011, La tristeza del samurái. En ambas aparece, con diferente relevancia, la Guerra Civil. Estos pequeños hilos que pueden unir su bibliografía, ¿son buscados o creados por el azar?
Soy del año 68. Nací en el tardo franquismo y vi un golpe de Estado fallido. Pertenezco a la generación del silencio, donde no se hablaba de política, donde se miraba con recelo cualquier opinión. Donde los muertos se enterraban en los tabernáculos de la memoria familiar. Para mí, bucear en las tragedias de aquel tiempo tiene algo de búsqueda familiar. Entender ciertas fotografías, recomponer historias explicadas a media voz.

Seguimos hablando de La tristeza del samurái. El mayor éxito literario hasta la fecha, como demuestra la traducción a una decena de lenguas y el reconocimiento otorgado por publicaciones tan prestigiosas como Le Point. ¿Esperaba algo así cuando la publicó?
El éxito de La Tristeza del Samurai (sobre todo fuera de España) y la obtención del Premio a la Mejor novela negra europea fue un momento mágico. No lo esperaba, para nada. Me vi al lado de los grandes escritores del género mirándome como diciendo ¿y este, de dónde sale? Pero pasó. Fue un instante, di las gracias, recogí el galardón y me fui a mi casa, a seguir escribiendo. Desde entonces me dedico a tiempo total a la única gran pasión de mi vida, la literatura. Y eso siempre lo agradeceré. Pero el éxito es otra cosa. Está en una mañana, al coger el metro y ver a una mujer leyendo una novela mía.

¿Cómo se consigue mantener los pies en el suelo después de todos esos reconocimientos?
Entro en una librería. Miro los estantes, pienso qué razón hay para que entre todos esos miles de títulos el lector elija el mío. Leo a Dostoyeski, a Camus, a Miguel Ángel Asturias, a Pío Baroja, a Delibes. Me siento a escribir y me doy cuenta de que solo estoy naciendo. Y trato de mejorar.

¿La presión para publicar su siguiente novela fue mayor después de lo conseguido por esta?
No. Vengo de la trastienda, sin prisas y sin pausa. En España no era tan conocido antes, y eso me daba ventaja. A mí y a los lectores que ya me conocían. Ahora es un poco distinto. Un millón de gotas está teniendo la acogida que siempre imaginé, pero una de las claves del creador es su independencia, no imitarse a sí mismo, sino contar la historia que quiere contar y hacerlo de la mejor manera posible. La presión no existe cuando eres feliz con lo que haces.

Sus siguientes novelas también se han publicado en francés. ¿Está allí su mayor mercado de lectores?
A juzgar por las ventas, eso parece. Allí los lectores me conocen desde hace algo más de tiempo, la base lectora está consolidada y la editorial francesa es una magnífica editorial. Pero por suerte, para mí, la balanza se va equilibrando aquí, en casa, y en otros países importantes de la esfera anglo parlante. Me queda la espinita de Alemania. Aún no he publicado allí.

Por cierto, ¿qué relación tiene con sus lectores? ¿Es una persona activa en las redes sociales?
Sí, me gustan las redes sociales porque permiten cierta inmediatez. La relación con los lectores se basa en las reglas mínimas de cualquier relación personal. El respeto, la honestidad comunicativa, el aportarnos mutuamente algo, cualquier forma de enriquecimiento. No se trata para mí de una relación mercantil ni estoy supeditado al quedar bien. Me gusta la gente, y en la medida que puedo, saltamos la red para conocernos en persona.

También nos gusta conocer a los escritores como lectores. ¿Qué significa para usted la literatura? ¿Le dedica mucho tiempo?
La literatura es para mí el elemento base de mi emoción, el hilo umbilical que conecta las dimensiones de mi ser. Puedo escribir aquello que soy incapaz de decir. El tiempo no existe cuando escribo.

¿Recuerda la persona que despertó en usted el interés por los libros?
Mi madre, sin duda.

Ya sea de pequeño o más mayor, ¿qué libros o autores le han marcado? ¿Por qué?
El primero fue Herman Hess con El lobo Estepario Lo leí demasiado joven y no entendí casi nada, excepto una cosa: la fragilidad de la membrana que separa lo onírico de lo real. Luego llegaron Camus, los escritores del boom, los rusos, Neruda, Lorca…Todo está dicho, pero cada vez que abro uno de sus libros es como si todo se dijese por primera vez.

¿Recuerda cuándo descubrió qué quería dejar de ser lector para ser quien escribía las historias que otros leerían?
En la biblioteca de mi barrio, sentado frente a un comic de la Ilíada. ¿Por qué Héctor tenía que caer a manos de ese chulo de Aquiles? Decidí enmendar la plana a Homero.

¿Se lo comentó a alguien? De ser así, ¿qué reacciones tuvieron?
Escribir era una cosa secreta, lo hacía a hurtadillas en clase. Nadie leyó nada durante años, hasta que un día, un profesor leyó algo, me miró como si no me conociera y me preguntó dónde lo había copiado. Era un muchacho de doce o trece años. Él fue el primero que me animó en serio.

Las siguientes preguntas tienen que ver con la actualidad literaria española. Puede mojarse todo lo que desee. ¿Qué opina del IVA a la cultura?
La cultura con IVA es un bien de consumo. Los libros, los discos, el teatro, el cine, los conciertos… mero producto sujeto a las leyes del mercado. Pero eso no es Cultura, es ocio. Y confundir ambas cosas lleva al deterioro de la estructura ética de una sociedad. Vulgarizando con leyes mercantiles, se destruye el tejido creativo y se sustituye con sucedáneos de gasto inmediato. Felicidades a los promotores de esta confusión interesada: lo están logrando.

La bajada del IVA, ¿supondría un revulsivo para las ventas? ¿Hacen falta otro tipo de iniciativas para que la venta de libros remonte?
Ayudará, sin duda, pero se necesita una política que entienda desde las escuelas que una sociedad que no lee es una sociedad que no tiene capacidad de análisis. Si un niño no tiene comprensión lectora no sabe hacer un comentario de texto, y eso significa que no sabe sintetizar información, parcelarla, estudiarla y luego resumirla. Hay que fomentar la lectura infantil, la lectura juvenil, el acceso al libro en la vida cotidiana. Y hay que proteger a los autores y su derecho a ganarse la vida, no solo contra los piratas, sino contra sistemas abusivos en los que ellos son solo una parte del proceso que se paga al 10%.

Se ha empezado a hablar de un canon a las bibliotecas, unas instituciones que –según se ha publicado en diferentes medios- no consiguen nuevos fondos por falta de financiación. ¿No interesa la cultura, y la literatura en particular, a nivel político?
Creo que ya he contestado en las preguntas anteriores. Solo añadiré una reflexión a modo de pregunta: ¿qué credibilidad en la defensa de la Cultura puede tener un Gobierno que suprimió la Dirección General del Libro?

Acabamos con 2 preguntas menos serias. Para su lectura, ¿prefiere los libros tradicionales o los electrónicos?
Papel. No importa si nuevo o usado. Pero papel y librerías de lance.

Y, por último, ¿qué libro recomienda a nuestros lectores?
El último que estoy releyendo después de hace mucho. La torre vigía de Ana María Matute.