Un Misterio Iniciático Develado: La Muerte de Hiram Abí y la Palabra Descubierta

Publicado el 27 mayo 2016 por Habitalia
¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. ¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a los Dioses"

ORÁCULO DE DELFOS

La Leyenda del tercer grado de la masonería gira en torno a fuentes bíblicas, de ellas brotan dos personajes con el nombre de Hiram: Hiram, rey de Tiro y el hábil artesano Hiram Abí enviado desde Tiro para trabajar en el Templo de Salomón.

Hiram el rey o Hiram I de Tiro aparece por primera vez en 2 Samuel 5: 11-12, al haber enviado materiales de construcción y obreros a Jerusalén para la construcción del templo.

El relato sobre el templo, el encuentro de los dos Hiram y la petición formal del rey Salomón de Jerusalén al rey Hiram de Tiro surge desde 1 Reyes, capítulo 5 a 7, también se relata en Crónicas, capítulo 2, versículos del 2 hasta el 5.

"Yo, pues, te he enviado un hombre hábil y entendido, Hiram-Abi (hijo de una mujer de las hijas de Dan, más su padre fue de Tiro), el cual sabe trabajar en oro, plata, bronce y hierro, en piedra y en madera, en púrpura y en azul, en lino y en carmesí. Asimismo sabe esculpir toda clase de figuras, y sacar toda forma de diseño que se le pida, con tus hombres peritos, y con los de mi señor David tu padre." 2 Crónicas 2:13-14. Reina-Valera.

En 1 Reyes 7:14 se establecen tres cualidades de Hiram Abif, estas son sabiduría, inteligencia y ciencia.

"hijo de una viuda de la tribu de Neftalí. Su padre, que trabajaba el bronce, era de Tiro. Hiram estaba lleno de sabiduría, inteligencia y ciencia para toda labor en bronce. Este, pues, se presentó ante el rey Salomón e hizo todas sus obras." 1 Reyes 7:14 Reina-Valera.

Existen al menos dos versiones generalizadas de la sublime leyenda de Hiram Abí y pese a que se ha corrido mucha tinta sobre el tema, ni siquiera en el análisis esotérico que hacen los célebres autores Robert Lomas y Christopher Knight en su libro The Book of Hiram: Freemasonry, Venus and the Secret Key to the Life of Jesus, como tampoco en Freemasonry in Context: History, Ritual, Controversy, Lexington Books de Arturo de Hoyos y S. Brent Morris, se examina a fondo el drama de la palabra perdida, es cierto que la leyenda sugiere su remplazo pero... ¿no todo misterio se ha descubriendo escudriñando entrelíneas?

De acuerdo a la leyenda del tercer grado de la masonería más generalizada que puede encontrarse en el Diccionario Enciclopédico de la Francmasonería de Lorenzo Frau Abrines Tomo I, página 362, o en el Diccionario Akal de la Francmasonería, página 188; el Templo Salomónico se empezó a construir durante el cuarto año del reinado de Salomón, 480 años después del éxodo de Egipto, habiéndose puesto la primera piedra el segundo día del segundo mes o de Jiar, 1.012 años antes de nuestra Era. Fue consagrado durante el séptimo mes o de Tishrí del undécimo año del reinado, 1.004 años antes de nuestra Era. Se habían demorado siete años y seis meses en construirlo.

El Rey Salomón había prometido que cuando el Templo estuviese terminado y consagrado, los Compañeros más hábiles serían elevados de categoría e investidos con la Palabra de Maestro o Palabra Sagrada, lo cual les permitiría viajar libremente por el país, ganar mejor salario y ser reconocidos como Iniciados.

Hasta ese entonces, la Verdadera Palabra de Maestro o Sagrada solo era conocida por el rey Salomón, por Hiram, rey de Tiro y por Hiram Abí. Cada uno estaba en posesión de una letra de la Palabra y se habían comprometido a no darla si no estaban presentes los tres. Los demás Maestros solo la conocerían después de la consagración del Templo.

Antes de terminarse los trabajos de construcción, doce Compañeros expertos (de categoría superior), deseando retornar cuanto antes a sus lugares de origen porque estaban cansados del trabajo y sabían que no habían hecho mé ritos suficientes para ser ascendidos a Maestros, planearon forzar a Hiram Abí para que les comunicara la Palabra. Sabían que éste iba a mediodía para inspeccionar la obra mientras los demás obreros descansaban, por lo cual, enterados de que a esa hora estaba solo, les pareció el mejor momento para obtener su propósito.

Nueve de los Compañeros conspiradores, arrepentidos de sus perversos planes, se abstuvieron de encontrarse con los otros tres a la hora acordada. Según la leyenda los nombres de éstos eran Yubelás, Yubelós y Yubelum. Pensaron en atemorizarlo, sabiendo que mediante la coacción se obliga a muchas personas a hacer cosas despreciables para las cuales habría sido preferible la muerte.

Luego la leyenda narra el asesinato de Hiram Abí, cada uno de los asesinos en momentos distintos y en lugares del templo diferentes requirieron salvajemente de Hiram la palabra sagrada y cada vez que éste se negaba a darla le asestaban un golpe mortal, cada asesino lo hizo con una herramienta de construcción, Yubelum el último de los asesinos, antes de ejecutar el golpe final solicitó a Hiram la Palabra de Maestro, recibiendo la siguiente respuesta: Tú pretendes un crimen y yo no puedo ser tu cómplice. La Ignorancia te ha convertido en mi enemigo.

La leyenda relata que posteriormente el rey Salomón envió a nueve Maestros en busca del cadáver de Hiram Abí. Les ordenó estar atentos a la primera palabra que se pronunciara al descubrir el cadáver, la cual sería usada como Palabra Sustituta en reemplazo de la que se había perdido con la muerte de Hiram Abí.

La leyenda continúa diciendo que la primera palabra pronunciada al descubrir el cadáver fue M.H.B.N. La actual Palabra de Maestro en los rituales masónicos.

Sin embargo de lo anterior, una lectura cuidadosa entrelíneas descubriría que la Palabra Sagrada o de Maestro nunca estuvo perdida y en ello la aberrante futilidad del horrendo crimen. Ahora bien, la leyenda sugiere un remplazo, pero el trabajo masónico está en descubrir la Palabra de Maestro o Sagrada que según la parábola masónica se había perdido.

En los rituales antiguos aparece la contracción de los nombres de los asesinos Yubelás, Yubelós y Yubelum como Juwes o Yuves, puede observarse que en la descomposición de todos sus nombres se encuentran las cuatro letras del Tetragrámaton, las letras hebreas Yod He Vaw He que forman nombre inefable de la Deidad.

El excelente trabajo de Juan Carlos Daza con su Diccionario Akal de la Francmasonería nos da una interesante pista en la página 272, en cuanto a la consecución de la Leyenda: "El tetragrama (nombre de Dios que apareció en el monte Obed inscrito sobre un triángulo luminoso) está cargado de energía; su pronunciación en voz alta haría que la tierra se conmoviera, por lo que sólo era pronunciado por el sumo sacerdote rodeado por los que estaban preparados para oírlo, mientras el resto de los presentes producía gran ruido para evitar que la palabra llegase a oídos profanos o de quienes lo utilizarían para mal".

Este nombre lo llevaba grabado Hiram Abí en su medallón (con forma de Delta), vuelto de cara al pecho , y el día de su asesinato, durante el intento de huida de sus agresores hacia el Oriente se despojó de él, arrojándolo a un pozo que había hacia el Mediodía. A su muerte tres maestros lo hallaron y se lo comunicaron a Salomón, quien llamó a los quince Elegidos y otros doce maestros para que le ayudasen a recuperarlo, he hizo excavar en el Templo un subterráneo, al que se accediera bajando 24 escaleras, en tramos de tres, cinco, siete y nueve, y al final del cual había una bóveda (a la que llamó Bóveda Sagrada) , bajo un pedestal triangular (llamado pedestal de la ciencia) incrustó el Delta, cubriéndolo con una piedra de ágata de forma cuadrangular, en la que en su cara superior estaba grabada la palabra sustituida, en la cara inferior todas las palabras secretas y en las cuatro laterales las combinaciones cúbicas. A esta piedra se la denominó piedra cúbica. Dispuso que este pedestal estuviera permanentemente iluminado por tres lámparas de nueve mechas cada una, y tras reclamarles un juramento de inviolabilidad, les contó la ley que prohibía su pronunciación.

Les dio un anillo que les distinguiría como los veintisiete Grandes Elegidos, quienes en lo sucesivo se dedicarían a la custodia de la bóveda y conservación del Templo."

Y otra pista podemos encontrar en el discurso de la leyenda sobre la composición de la Palabra Sagrada o de Maestro, cuando dice que la Palabra solo era conocida por el rey Salomón, por Hiram, rey de Tiro y por Hiram Abí y que cada uno de ellos estaba en posesión de una letra de la Palabra.

Sobre lo anterior debemos decir que el Tetragrámaton está compuesto por tres letras que son la Yod, la He y la Vaw.

La contracción de los nombres de los asesinos como Juwes o Yuves no es diferente a como distintas tradiciones teológicas o mistéricas han contraído el Tetragrámaton para hacerlo pronunciable, así tenemos: Jewo, Jao, Jahe, Javo, Jave, Jova, Jawo, Jahov, Jawe, JHWH, YHVH, Jehova, Jahwe, Jahweh, Jahwismus, Yahweh, Jahu, Jaho, yahu, yawe, yehova, jehowa, ah weh (ahd.)

La futilidad del asesinato del maestro arquitecto Hiram estuvo en el acto vil y despreciable que pretendía el acceso por la fuerza a la Palabra de Maestro o Sagrada para cuestiones banales, según la parábola masónica a quienes tuvieran la Palabra se les permitiría viajar libremente por el país, ganar mejor salario y ser reconocidos como Iniciados, ¡pero que fútil fue el asesinato del Maestro Hiram!, cuando los Juwes o Yuves, precisamente por sus vicios no habían descubierto que ellos mismos llevaban la Palabra de Maestro o Sagrada en sus propios nombres, ergo, en ellos mismos.

En cierto punto del ritual de iniciación al primer grado del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el Venerable Maestro le pregunta al neófito que si llegare a encontrar enemigos entre los hombres y las mujeres masones presentes estaría dispuesto a dar la mano y olvidar el pasado, momentos después el Venerable Maestro le dice al neófito tal vez vuestro enemigo está ahora aquí presente, ¡volveos y mirad!

El neófito lo hace y ve su propio rostro reflejado en el espejo y volvemos irremediablemente al "conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a los Dioses" de las antiguas iniciaciones mistéricas.

En el Diccionario Akal de la Francmasonería se define el simbolismo del Espejo en la página 128: "Es símbolo de la conciencia y de la memoria inconsciente, por lo que tradicionalmente se le relaciona con la revelación de la verdad; muchas veces tiene un carácter mágico, como la puerta por la que el alma puede disociarse y pasar al otro lado (por lo que es costumbre cubrirlos o darlos la vuelta mientras se duerme o alguien muere). En la ceremonia de iniciación masónica el espejo cobra un significado de conciencia y memoria. En el cuarto de reflexiones simboliza la conciencia y el recuerdo de lo que se ha sido en vida, sobre lo que se redacta el testamento".

En la ceremonia, recuerda al candidato lo que se ha sido y es, aquello que se ha de reconocer y admitir, integrándolo en el nuevo estado de conciencia."

Basta decir como consecuencia de todo lo anterior que los asesinos del Maestro Hiram eran sus propios enemigos, eran ignorantes y ciegos sobre su propio ser interior, ellos se desconocían a sí mismos, no sabían que ellos eran Maestros en potencia, que en sus nombres estaba escondida la Palabra Sagrada o de Maestro.

Ahora recordemos las palabras de Hiram a Yubelos, su último asesino: "Tú pretendes un crimen y yo no puedo ser tu cómplice. La Ignorancia te ha convertido en mi enemigo".

Lo que sobrelleva una consecuencia real, quien es enemigo de sí mismo, es enemigo de toda la humanidad.

La masonería es una orden iniciática, es decir se experimenta a través de su método psicodramático, por tanto las impresiones que quedan después de cada experiencia iniciática son mucho más profundas y trascendentes que el teísmo trasnochado que reina en la masonería de corte anglosajón y nórdico con su obligación de la creencia de la verdad revelada de Dios impuesta en 1929. Ese teísmo devenido de la verdad revelada ( Biblia, Corán o Torá) vulnera el sentido iniciático de la masonería, porque cuando éste se ejerce no tiene límites, no hay dogmas, es solo pura experiencia iniciática que conlleva a un conocimiento personal devenido de esas experiencias.

En pocas palabras, la experiencia iniciática es única, es la luz del propio iniciado que permanece en él, que es absolutamente válido solo para él. No es la "luz" de la Biblia, la Torá o el Corán lo que define al masón, es sí, su propia experiencia iniciática.

Lo anterior implica directamente que cualquier trascendencia es propia personae, permanece en uno mismo, a través del propio conocimiento, estudio, meditación o contemplación, tal como decía el oráculo de Delfos "¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. ¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a los Dioses"