Un momento cumbre (a propósito de los dieciséis años de El Templo del Morbo)

Publicado el 22 octubre 2013 por Kike Morey @KikinMorey

Hace unas semanas participé en una conferencia para identificar y potenciar los valores empresariales de los asistentes. En una de las dinámicas de la charla, la instructora pidió que narráramos un momento cumbre de nuestra vida. Debía ser un momento especial que nos haya marcado positiva o negativamente y que sea muy difícil de superar.

Algunos hablaron del día de su boda o del nacimiento de su primer hijo. Otros de su separación matrimonial o de la muerte de su padre. Y unos cuantos de cuando lo promovieron en la empresa o de ese viaje inolvidable a las ruinas del Machu Picchu. Yo conté lo que me sucedió en un concierto de Joaquín Sabina en el Auditorio Nacional de la capital mexicana en febrero del 2000.

En 1997 se me ocurrió crear una lista de interés, un mailing-list en torno a la música de Joaquín Sabina. Centenares de seguidores de España y Latinoamérica compartíamos información enviando mensajes a una única dirección de correo. A la lista la denominamos “El Templo del Morbo” y con el correr del tiempo muchos dejamos ser un nickname para convertirnos en personajes reales con quien podíamos tomarnos una copa en cualquier bar donde la música de Sabina estuviera presente.

Así se montaron reuniones reales con gente que hasta entonces era sólo virtual en Buenos Aires, México D.F., Lima y otras ciudades. En ocasiones se aprovechaba la visita de algún templario extranjero para convocar a todos los miembros locales a fiestas en las que las copas, risas y excesos parecían no tener fin. Pero la primera gran reunión templaria se daría recién el 4 de febrero del 2000 a raíz del primer concierto que daría Joaquín en el D.F. dentro de su gira “Nos sobran los motivos”.

Ese día se iban a reunir más de una veintena de templarios de todas las regiones de México para presenciar el show en compañía de otros que habían llegado desde Argentina, Costa Rica y España. Nunca antes se había logrado una convocatoria tan amplia ni tan internacional. Enterado de lo que se estaba preparando, no quise perderme lo que consideré que sería el evento del año. Con el pretexto de ver a Sabina en su nueva gira -Lima no había sido considerado en el tour- coordiné con un par de amigos mexicanos mi llegada al auditorio sólo unas horas antes del inicio del espectáculo.

Llegué sin aviso previo con la intención de sorprender a gente que no había conocido en persona y que sabía que le haría mucha ilusión el hecho de volar más de cuatro mil kilómetros para compartir las canciones en directo de nuestro ídolo musical. No me equivoqué. Uno a uno me fueron mostrando primero su asombro y luego su alegría al verme en las escalinatas del Auditorio Nacional. “La teletransportación funciona” decía algún amigo incrédulo todavía de mi presencia.

Con mi objetivo cumplido tomamos nuestras posiciones y disfrutamos de uno de los mejores recitales de nuestra historia con dedicatoria incluida del guitarrista Pancho Varona previo a su particular versión de “Esta boca es mía”: “Esta va para Kikín y los amigos del Templo del Morbo”. Pero lo mejor todavía estaba por llegar.

En el último bis Panchito -con quién me había reunido unas semanas atrás en Lima- me hace gestos para que me acerque al borde del escenario. Luego de hacerme un espacio entre los guardias de seguridad, Pancho me corona colocándome el sombrero que había utilizado Sabina durante todo el concierto.

Volví con los míos y la euforia se hizo mayor. Me abrazaron, me cargaron y me sacaron en hombros hacia la salida del auditorio mientras percibía la mirada atónita de algunos de los asistentes que se preguntaban “¿y este quién es?” a la par que sacaban fotos del momento por si acaso se tratase de algún famoso local.

Mis compañeros de la conferencia se quedaron alucinados con mi historia y así ha pasado cuando la he contado a otros amigos fuera de la orbita templaria. La instructora vio en mi relato valores de liderazgo, consecución de objetivos y satisfacción más allá de las expectativas. Para mí es solo uno de los mejores momentos que El Templo del Morbo me ha podido regalar.

El pasado sábado mi programa de radio estuvo dedicado íntegramente a la música de Joaquín Sabina y a los dieciséis años del El Templo del Morbo.


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