Un mundo dominado por el agua

Por Noeargar
Raley, Tailandia. 26 de octubre 2011
La pequeña ciudad de Siam Reap (literalmente “La derrota de los tailandeses”) es el hogar de los templos de Angkor, bastión de turistas japoneses, negocio lucrativo y símbolo de Camboya. Angkor, la antigua capital de imperio Jemer, abandonada en el siglo XVI, sepultada por la selva y redescubierta a finales del XIX, atrae a millones de personas al año que llegan al país tan solo para visitar las cinematográficas ruinas sin apenas reparar en lo que les rodea, un mundo dominado por el agua con infinitos arrozales a un lado y el sorprendente lago Tonlé Sap, en cuyas orillas se situa Siam Reap, al otro.El lago Tonlé Sap, presenta un fenómeno que tan solo tiene analogías en el Nilo. Durante la estación seca muestra una extensión y profundidad bastante humilde (2600 km2 y no más de un metro de profundidad), pero con las lluvias del monzón la corriente de los ríos Mekong y Sap cambian de sentido, las aguas son devueltas tierra adentro donde buscan un espacio natural donde retirarse aumentando en 10 veces el tamaño del lago y anegando una vasta extensión de bosques y campos.En Camboya el agua lo domina todo, humildes casas se elevan hasta 5 metros sobre esbeltos pilotes de madera, los niños juegan despreocupados en los campos o calles anegadas y la vida en general sigue su curso. El agua forma parte de la vida de los camboyanos, con la que cohabitan con total normalidad celebrando los distintos ciclos de inundaciones, símbolo de fertilidad, en un proceso infinitamente más antiguo que los milenarios templos. El agua siempre ha estado ahí, por aquí han pasado grandes imperios y sanguinarios dictadores y desde siempre los hombres que han habitado esta región han convivido en equilibrio afectados de forma cíclica por las mismas inundaciones que hoy amenazan a Bangkok y que llenan los periódicos de alarmistas titulares, unas aguas que se extienden sin control por Tailandia, Laos o Camboya, porque las fronteras aquí no sirven de barreras, anegando todo al igual que lo hicieron hace 50 años y repetirán dentro de otros 50 con las ruinas de Angkor, algo más desgastadas por las pisadas de millones de japoneses, como espectador mudo. Para entonces, muy posiblemente, al igual que en la vecina Tailandia el progreso habrá borrado del todo la memoria, enterrando canales para poner anchas avenidas y la industrialización deforestado y urbanizado de forma incontrolada olvidándose que una vez vivían en un mundo dominado por el agua que tarde o temprano volverá a reclamar sus tierras.

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