Un mundo feliz, ¿utopía o distopía?

Publicado el 28 enero 2020 por Carlosgu82

Durante los años que tengo de ser profesor he dado clases a infinidad de jóvenes. En los rostros de todos se dibuja lo mismo: la incertidumbre, el divorcio que muchos de ellos encuentran entre sus gustos, habilidades y las necesidades del mercado laboral. Todo esto unido a la búsqueda de una pareja o las dificultades con la que ya tienen. Siempre los pongo a leer algún libro importante del siglo XX, especialmente los considerados distopías, como Un mundo feliz, 1984 y Fahrenheit 451. Casi siempre es Un mundo feliz, la obra de Aldous Huxley, la que más los impresiona. Es impactante que en el decenio de 1930 alguien haya descrito un mundo en que reinan la clonación, la fecundación in vitro y la manipulación genética de humanos. Como es sabido, en el Brave New World de Huxley no hay familias, la libertad sexual es total, nadie nace por embarazo sino en probeta y está prohibido estar con la misma pareja por más de un mes. La gente muere hacia los 150 años, sin largas y dolorosas agonías. Hay cinco clases sociales: alfa, beta, gama, delta y épsilon. Cada clase está determinada por manipulación genética y un intenso condicionamiento psicológico, a querer las funciones que desempeña y no envidiar las de otras clases. No hay frustraciones en el amor –todos son de todos- ni en el trabajo. Cuando las cosas amenazan con fallar, toman una droga, el soma, que les devuelve la dicha.

Suelo preguntar a mis estudiantes si les gustaría vivir en un mundo así. En el nuestro, gobernado por el azar, nacemos con aspiraciones de algo, por ejemplo ser artistas o deportistas, pero sin el talento o las oportunidades necesarias. O tal vez el arte que nos gusta no le interesa a nadie. Sufrimos humillaciones porque nuestro carácter fuerte no armoniza con nuestra debilidad física y otros más fuertes nos superan. Nos gusta una persona que no corresponde a nuestro interés. La vida es una larga adaptación entre nuestro físico, nuestro talento y las oportunidades. Casi nunca obtenemos lo que deseamos. Les pregunto si les gustaría estar condicionados genética y ambientalmente para, por ejemplo, tener ojos oscuros, habilidades de poeta y que les gusten ambas cosas, a la par de que condicionaremos a otras personas para que sean atraídas por sus ojos y poemas. Ustedes, a la vez, estarán condicionados para amar las obras de los otros. Casi todos prefieren el azar, el no encajar, con tal de no ser el producto de las escogencias de unos padres o un Estado. “Nada es más odioso al hombre que la libertad”, dice el gran inquisidor en Los hermanos Karamazov, de Dostoievski. Lo cierto es que sí hay algo más odioso: ser el reflejo de otros, ser manipulados por otros. La mayoría de mis estudiantes sacrifican la felicidad condicionada con tal de ser libres. A veces me pregunto, ¿no será que por ser productos del azar, este nos condiciona a que lo amemos más que a la libertad?