En la presentación de la novela de Peridis, "La maldición de la reina Leonor", me olvidé de resaltar que si bien se trataba de una novela de amor, expresaba muy bien los enamoramientos infantiles. Muy pocos adultos quieren no olvidar esos desaguisados, esas heridas que son los momentos de su infancia en que se enamoraron. Les parece absurdo, infantil dicen, a olvidar, y sin importancia. Pero Peridis capta el alumbrar de la vida en esos sustos del amor, (García Márquez), en esos desengaños y quebraderos de cabeza.
De igual modo, cuando el desamor aparece, el decaimiento y la desazón pretende encararse con el ansiolítico o depresivo de moda, cuando simplemente se trata de un estado que grita en silencio que el amor ya ni está ni se le espera.
Quizá por eso conviene no olvidar que nuestro desasimiento y nuestra fragilidad nos hace amar. He descubierto en una líneas de un libro de poesía muy bello, "Alumbramiento", de Elisa Martín Ortega (Cálamo, 2016), una hermosa manera de plasmar el amor como trampa y desengaño:
Oigo tu llanto.
Oigo una voz que me llama y suplica
mi presencia: «mamá…».
Te oigo en las madrugadas, y quizá
no seas tú.
Me levanto y me entrego
a mi pequeña trampa:
estás dormido y siento tu silencio,
mi desengaño.
Trampas y desengaños maravillosos sin los cuales no hubiéramos podido alumbrarnos, o cuanto menos reconocernos en la mirada febril de un niño que anda perdidamente enamorado.
De la sección del autor en "Curiosón": "Vecinos ilustrados" @Aduriz2017