Mañana iremos a comprar un nuevo colchón. Sé que puede resultar raro que os cuente esto en un blog personal de maternidad y crianza. Pero comprar un nuevo colchón implica muchas otras cosas. Supone que hace diez años que tenemos este, y que hay que renovarlo. Han sido diez años durmiendo en él. Diez años que papá sin complejos y yo formamos este hogar, diez años que dormimos juntos. Este colchón ha sido testigo de muchos acontecimientos importantes en nuestras vidas, y le tengo hasta cariño.
Ha sido nuestro primer colchón, en el que pasamos nuestra "noche de bodas", con el que iniciamos esta aventura del matrimonio, de la convivencia, de formar nuestra propia familia. Incluso ha sido el colchón donde ¡¡concebimos a nuestro hijo!!. Fue testigo de mi prolongado reposo durante el embarazo, ¡cuántas horas hemos pasado en compañía querido colchón!. Él recibió a mi hijo, le acogió, le acercó más a mi, si cabe. Gracias a sus dimensiones ha propiciado un cómodo colecho.
En él hemos pasado tantas horas, tantos días. Con él hemos compartido tantas alegrías, también alguna pena. Horas de descanso, de televisión, de lectura. Momentos de fiebres, catarros de mi niño, desvelos.
Llevamos diez años viviendo juntos y ha llegado la hora de decirle adiós. Entramos en otra etapa, viene un nuevo colchón, que será testigo de nuestro madurar como familia, verá como mi hijo crece, como mis gatas envejecen.
Hemos dejado atrás unos años estupendos, a veces duros, a veces risueños, pero siempre felices, felices por estar juntos, felices porque al final del día nos esperaba para recogernos en su cálido abrazo, para acercarnos y acurrucarnos en la oscuridad a papá y a mi.
Deja muy alto el listón, veremos si el próximo se porta tan bien como este.
Adiós, querido colchón.