Un nuevo icono para el género

Publicado el 04 julio 2013 por Javier Parra González @xavipargon
ADAM GREEN'S HATCHET TRILOGY (2006 - 2013)
Desde la segunda mitad de los setenta Leatherface, Michael Myers, Jason Voorhees y Freddy Krueger hicieron que el número de muertes violentas ascendieran de brutal manera en Texas, Haddonfield, Crystal Lake y Springwood, respectivamente. Una vez superado el tsunami de secuelas y derivados de las cuatro sagas slasher por excelencia, cuyos vestigios llegarían hasta el presente año (con unacontinuación directa de la primera entrega del asesino de la motosierra), allá por 2006 un desconocido Adam Green decidió que era la hora de devolver a la figura del psychokiller inmortal a primera plana creando a Victor Crowley, la suerte de personificación del mal para el siglo XXI, pues el nuevo milenio necesitaba a un nuevo icono para el género, un ser monstruoso y despiadado que cogiera el relevo a las tan explotadas figuras de los serial killers que reinaron en cines y estanterías de videoclubs durante los ochenta y noventa.

Llegó la hora de volver a poner toda la carne en el asador y de resucitar el splatter, subgénero que había caminado de la mano junto al slasher desde sus inicios y que pareció verse relegado a un segundo plano tras el segundo decaimiento del género a principios de los 2000, época en la que empezarían a despuntar productos denominados torture porn como la saga SAW y derivados como Hostel (Eli Roth, 2005). El splatter, que bien podríamos denominar como un gore más light, lejos del ultragore alemán y de las bizarras producciones de serie B donde prima más éste que la historia o la propia figura del psychokiller, volvería con toda su fuerza de la mano de Green a los pantanos de Luisiana, un perfecto marco paisajístico plagado de aligátores donde instaurar la leyenda local de un despiadado monstruo que está dispuesto a todo por vengar la muerte de su querido padre. Con claras reminiscencias a la historia de Jason Voorhees, Hatchet se nos presenta como la versión 2.0 del film de asesino serial, donde asistimos al nacimiento de una nueva estrella para el género que será la protagonista absoluta de una trilogía donde primará el bodycount y las muertes espectaculares en mitad de una historia llena de clichés y personajes tópicos dispuestos a perder la vida ante las temibles garras de la muerte.La historia es tan sencilla como efectiva: unos niños quemaron la casa de Victor Crowley con él dentro y cuando su padre intentó derribar la puerta de la casa con un hacha para salvarlo de las llamas, lo mató a hachazos por accidente. Cuenta la leyenda el fantasma de Crowley ha regresado del mundo de los muertos para buscar venganza en los turistas que se atrevan a pisar los pantanos en los que vivió su horrible infancia. No esperemos encontrar grandes diálogos ni personajes carismáticos ni grandes sorpresas en el guion, pues la historia cumple con lo prometido: hacer pasar al aficionado al género un buen rato de divertimento sangriento. Y es que la trilogía de Hatchet es eso, una concesión al género slasher, un regalo para los fans del cine de terror que estén dispuestos a llevar a cabo la cuenta de las bizarras y salvajes muertes que se irán sucediendo a lo largo de un metraje plagado de violencia gratuita y sangre a raudales.Y como en todo slasher que se precie no podía faltar la final girlpertinente, de nombre Marybeth e interpretada por Tamara Feldman en la primera entrega y sustituida por la maravillosa scream queen Danielle Harris (con quien un servidor tuvo el placer de mantener una pequeña y agradable conversación en el pasado Festival de Sitges) para la segunda y tercera parte. Marybeth es el alter ego de un Victor Crowley dispuesto a regresar de entre los muertos una y otra vez y así mantener su estatus de psychokiller inmortal a medida que crece el número de cadáveres a lo largo y ancho de los pantanos. Kane Hodder aka Jason Voorhees (se pondría tras la máscara de hockey desde la séptima a la décima entrega) es el encargado de interpretar a Crowley dentro de una trama en la que destacamos la aparición de Tony Todd aka Candyman como el Reverendo Zombie, otro regalo para los aficionados más acérrimos al género que quedarán maravillados con un plantel de secundarios estereotipados salidos de la pequeña pantalla (véase Mercedes Mcnab, la Harmony de Buffy, cazavampiros), amén de la aparición estelar de Robert Englund.En 2010 llegaría la secuela dirigida por el propio Green como continuación directa de la primera entrega y que serviría (como viene a suceder en todas las sagas del género) para ampliar la mitología de un personaje que, aunque tosco, bruto y salvaje, ya se había ganado un pequeño lugar dentro de nuestros macabros corazones y de quien estábamos más que dispuestos a conocer sus nuevas correrías y arte a la hora de llevar a cabo la serie de descuartizamientos varios. Tres años después y bajo la batuta del debutante BJ McDonnell (pero con Adam Green tras el proyecto), la tercera entrega volvería a apostar por  la equidad a la hora de repartir las dosis de gore y comedia presentando una trama en la que los S.W.A.T. intentarán acabar con la vida de un ser al que consideraban de leyenda y que es más real de lo que creían siendo Marybeth, una vez más y como buena final girl, la que deba encargarse de la difícil tarea de acabar con la vida de Crowley, o al menos intentarlo.

Sin pasar a contar detalles de una trama en la que lo único que cuenta es el citado bodycount, únicamente decir que a lo largo de las tres películas el contador de cadáveres asciende a la friolera cifra de 45, siendo cada una de las muertes más salvaje y brutal, en un festival de salpicaduras de sangre a lo largo y ancho de la pantalla, situando así Victor Crowley junto a los grandes serial killers ficticios y de quien, esperemos, volvamos a tener noticias en breve.
Lo mejor: que, siendo un homenaje al slasher, no se toma en serio a sí misma y crea toda una mitología propia del cine de los ochenta.Lo peor: que sea desconocida para parte del público y quede relegada al olvido para muchos sectores.


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