Un oncogén es un gen con demostrada capacidad –al menos potencial- de causar cáncer. De hecho, tras la mayoría de las células tumorales se esconde uno de estos genes que ha perdido la regulación de su expresión o, directamente, se encuentra mutado. No obstante, cuando no se manifiestan como el “reverso tenebroso”, los oncogenes y, por ende, las oncoproteínas pueden ejercer importantes funciones para el metabolismo y replicación celular. Ahora, además, la función normal de un determinado oncogén se encuentra tras el desarrollo de la memoria inmunológica contra infecciones…
Investigadores de la UCM y CSIC con colaboración del Instituto de Salud Carlos III de Madrid y del Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca (CSIC) han desvelado el papel y el mecanismo molecular por el cual la oncoproteína N-ras participaría en la vacunación frente a ciertos virus. Ras es el nombre de una familia de proteínas relacionadas entre sí que pertenecen a una clase de proteínas denominadas small GTPase (GTPasas pequeñas) y están involucradas en la transmisión de señales dentro de la célula.
Concretamente, el estudio muestra cómo la ausencia de la proteína N-ras impide el desarrollo de los linfocitos T citotóxicos de memoria y la vacunación, por ello, eficaz. El trabajo, publicado en The Journal of Experimental Medicine, ha analizado, además, el mecanismo de acción de esta molécula de señalización frente a los virus.
Los linfocitos T citotóxicos CD8+ reconocen y destruyen de una manera muy específica a las células que están infectadas por un virus, diferenciándolas de las sanas. Cuando los linfocitos T CD8+ encuentran por primera vez a los antígenos –proteínas- virales, se diferencian en dos posibles direcciones: hacia linfocitos efectores, de acción inmediata, o hacia linfocitos de memoria, de reserva, que permiten combatir mucho mejor una segunda infección constituyendo, por ello, la base de la vacunación; de la inmunización. Este equipo de investigación, en el que ha jugado un papel clave Salvador Iborra, investigador postdoctoral y primer firmante del artículo, ha encontrado que son éstos últimos, los linfocitos T de memoria, los que requieren la acción de la oncoproteína N-ras.
N-ras es una molécula que hasta ahora era conocida porque contribuía a la supervivencia celular y porque, si aparece mutada, podría conducir al desarrollo del cáncer. Está implicada en la transmisión de las señales del mundo exterior a un programa interno de actuación de las células. Según Margarita del Val, investigadora del CBMSO y co-responsable de la investigación junto a Edgar Fernández-Malavé (UCM), “es sorprendente que la función normal de N-ras radique en dirigir el programa de diferenciación de los linfocitos frente a las infecciones.”.
Otras moléculas implicadas en el proceso de activación de la memoria inmunológica, además de N-Ras, serían PI3K, AKT y eomesodermina.
Tras estos hallazgos, el siguiente paso sería estudiar en que difieren los distintos tipos de memoria frente a los patógenos.
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