Un paisano de Sedano

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez

El coche paró al costado de la carretera, bajo un nogal. Sedano no estaba lejos. El conductor bajó apresuradamente y alivió su vejiga contra el grueso tronco del árbol. Con un suspiro de satisfacción cerró la cremallera mientras volvía la cabeza para contemplar el entorno. En el suelo, ya limpio por la rebusca de las nueces de temporada, descubrió una nuez, escondida entre la hierba. Se agachó y la cogió. Tenía buen aspecto y le apeteció probarla. Montó en el coche y apretó la cáscara con las dos manos esperando oír el crujido que le anunciara el libre acceso a su rico contenido. Pese al dolor de una fuerte presión la nuez se mantenía intacta.
- ¡Jodeeerr...!
El exabrupto salió por la ventanilla y su sonido voló por los alrededores...
El paisano, con la boina calada que tapaba sus canas de sesentón,  detuvo su bicicleta de medio siglo al lado del vehículo. Levantó la barbilla en dirección al viajero que seguía peleando con la nuez:
- ¿Es suyo ese árbol?
- No...
- ¿Lo ha plantado usted?
- No...
- Y si no es suyo y no lo ha plantado: ¿Por qué coge esa nuez?
- Porque estaba en el suelo.
- Ya, pero, si no es suyo el árbol... ¿por qué coge usted esa nuez?
- ¡Pero si era la única!
- Pero no es suyo el árbol ¿verdad?
- ¡Que solo es una nuez, que estaba abandonada, que se iba a pudrir!
- ¿Pero la nuez era suya o no era suya?
...
El viajero, estupefacto, se queda con la boca abierta. La nuez le quema como una brasa en las manos. Sale del coche y soltándola la da un puntapié que la manda cincuenta metros más allá, sobre los campos de labor.
- ¡A tomar por culo la dichosa nuez!
Y montando enfadadísimo en el coche arranca al instante.
El paisano, aún de pie sobre la bicicleta, le grita mientras se incorpora a la carretera:
- Bueno, pues si usted quería nueces, yo le puedo vender...