Cuando llega el día del padre enseguida pienso en los cambios que sufrieron los hombres de generación en generación, así como nosotras somos distintas a nuestras mamás, ellos son bastante diferentes a sus papás.
Mi abuelo era un abuelo casi de molde. Tenía sus mañas, sus formas, su manera de tratarnos a todos y así y todo se puso la familia a cuestas para sacarnos adelante.
Mucho no entendía los cambios de mis padres en los modelos de crianza, pero los aceptaba, porque sabía que todo se iba modificando. Y ya, cuando estás en el rol de abuelo tenés el derecho universal de romper todas las reglas. Es así. Los nietos son para malcriar, que lo críen los padres.
Mis padres tenían otro estilo, diferente a cuando ellos eran chicos, diferente al mío con mis hijos. Para mí no se puede juzgar una actitud del pasado con las reglas del presente. Hay que poner todo en contexto: las personas, el lugar, su historia, de donde vienen y hacia dónde quieren ir. Todo.
Y un día nos llegó el turno a nosotros. Mi marido y yo nos encontramos con un pequeño bebé totalmente indefenso y necesitado de amor, cuidados y protección que nos miraba con sus grandes ojos pidiendo amor, paciencia, comprensión y también desde chiquito entender las reglas de este mundo.
Ahí nos enfrentamos sin hablarlos a un cambio en nuestro día a día: teníamos que ser padres. Ser mamá es hermoso, y ser papá también. Muy distinto a las generaciones anteriores, porque nosotras los queremos presentes. Les compartimos lo más que podemos y tratamos de que sientan lo mismo que nosotras en todo el proceso, tanto del embarazo como del postparto y la crianza diaria. ¡Qué difícil!
Ellos están ahí, con todo su ser intentando también, como nosotras, adaptarse a este nuevo rol que los saca de su zona de confort. Algunos se dan más maña, otros menos. Pero yo no lo tomo como que me están ayudando en mi tarea de crianza, porque en casa somos dos que educamos a los chicos y nos ocupamos de ellos.
Por un tema de organización tenemos tareas repartidas, como en todo, algunas cosas hago yo y otras él. Cuando está haciendo otras cosas, como trabajar en una oficina, o jugar al fútbol con sus amigos también es parte de la crianza. Se necesita ser un equipo, entender que todos tiramos para el mismo lado y que para estar bien con los chicos también tenemos que estar bien cada uno en forma particular y los dos como pareja.
Amo la paternidad del padre de mis hijos. Somos bastante distintos y cuando las tareas las hace el o las hago yo no se hacen de la misma forma. Ya sea vestir a los chicos, jugar con ellos, llevarlos al cole (tomamos caminos distintos), todo cambia. ¿Está mal? ¡No! Para nada. Solo se demuestra que hay varias maneras de llegar al mismo punto y que la forma de resolver algo depende de muchos factores.
Feliz Día papás, por más paternidades comprometidas, reales, verdaderas y compartidas.
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