Un paseo por Malleza .“La pequeña Habana”

Por Trotacamino

Malleza

Vamos a visitar uno de esos pueblos que sorprende encontrar. Remoto, guardado del bullicio, aparentemente olvidado. Aquél en el que un día sus gentes cruzaron la mar y emigraron a tierras lejanas en busca de fortuna. Al retornar de la tierra del “ron y la bachata” los más venturosos dejaron su huella, para la posteridad, con majestuosas edificaciones coloniales. Eran los llamados indianos

Pero la suerte no fue igual a todos. A los menos favorecidos se les llamó, tal y como cuentan las gentes del lugar,los maletas al agua”. El asunto en cuestión era que cuando los vecinos les preguntaban por su dicha estos replicaban que todas sus pertenencias se las llevó la mar.

Casona de Pancho

Aquellos que vieron engrosado el capital de sus arcas, dotaron de beneficios a su tierra natal. Las construcciones de las casas coloniales originaron numerosos puestos de trabajo, para los dedicados a oficios como la carpintería, la cantería o la ebanistería. Costearon la traída de las aguas y la construcción de la primera escuela, donde hoy se ubica la Casa de la Cultura.

Las altivas casonas indianas nos dan la bienvenida. El tiempo parece no haber trascurrido en Malleza. Indagando por las calles de este singular pueblo llegamos a la plaza del Conde de Casares, donde se alza la iglesia de San Juan. Originaria del XII ha sufrido profundas reformas a lo largo de los siglos. En el XIX los indianos costearon las reformas de la iglesia dándole la imagen que hoy podemos admirar.

Iglesia de San Juan

En el interior se abren dos hermosas capillas, la del Santo Cristo de la Misericordia y la de la Virgen del Rosario, flanqueada por las imágenes barrocas de San Joaquín y Santa Ana. Pero lo singular y admirable de esta iglesia se ve desde exterior. Por razones que a todos se les escapan está coronada por una cúpula verde, con rasgos bizantinos, con su reloj, que toca las horas y las medias, una referencia para los vecinos que sólo le oyen cuando prestan atención.

Retablo capilla de Malleza

El paseo empieza a cobrar interés. Las casas van apareciendo. La del Cuervo, de la segunda mitad del siglo XVIII; la de don Vicente González de Llano, Vicentillo el del gallo-, con galerías acristaladas y tejados abuhardillados; la de Panchón, que emigró a América y la dicha le acarició como banquero y ordenó levantar esta casa como muestra de amor a su tierra natal.

La casa de José Garcí que al regresar de Cuba enriquecido gracias a su comercio “El Escándalo” construyó la mansión sobre las ruinas de una casa del siglo XVII y la llamó “Las Palmeras”; Casa Cima, el Casino de Malleza y una de las más antiguas, en la que según cuenta la tradición oral algunos vecinos se jugaban sus propiedades.

Una de las casas más hermosas, ubicada en una radiante colina de suntuosas vistas  es “Villa Alicia”. Fue en 1918 cuando don Fernando Rodríguez Alonso regresa de Cuba, lugar al que marchó como tantos mallezanos para  tentar a la suerte fundando una administración de lotería ”La Dichosa” que acabó por convertirse en la más famosa de Cuba, encarga la construcción de la villa para su amada esposa Alicia al arquitecto Julio Galán. La ornamentación de la fuente exterior conserva un estilo andaluz con  azulejos de La Cartuja de Sevilla.

Villa Alicia

Estos ejemplos de arquitectura indiana no menoscaban al Palacio de los Condes de Toreno, situado en el barrio de la Granja, que fue casa de don Fernando Malleza. La capilla del Palacio guarda en la bóveda unos magníficos frescos cuyo autor es el conde don Francisco de Borja Zuleta. En la misma localidad de La Granja, como una montaña de nieve, impoluta, con un blanco que nunca oscurece, aparece la casona colonial del Estanqueiro, a fecha de hoy un dispensario geriátrico.

Capilla del palacio Conde de Toreno

De regreso a la plaza de Malleza haremos un alto en la fábrica de embutidos. Es en 1957 cuando la familia Miranda compra Casa Cuervo instalando en las dependencias ganaderas una fábrica de salazones, “Embutidos la Unión”. Hoy es una industria moderna donde se podrá adquirir unas estupendas reservar para llenar la despensa.

En la plaza, frente a la iglesia, descansando bajo un viejo fresno, sin prisa porque sabe que ya no puede andar con agilidad, llama la atención Invicta”, una vieja bicicleta que se ha convertido en parte del paisaje de Malleza. Nadie sabe cómo llegó hasta allí, quizás algún niño después de utilizarla la recostó en el árbol y nunca regresó a por ella. La cuestión es que “Invicta”, nombre que aún luce en la barra superior del artilugio, parece seguir esperando.

“Invicta”

Una vez al año, coincidiendo con la noche de San Juan, la vieja y oxidada bicicleta desaparece como por arte de magia. Quizás algún vecino la esconde para que no termine junto a otros trastos viejos en la hoguera típica de esta fecha. Todo un halo misterioso envuelve a “Invicta”, nadie sabe a ciencia cierta cómo llegó a Malleza, y seguro que su desaparición definitiva se convertirá en un enigma sin resolver.

Y frente al fresno donde reposa el enigma, se encuentra la que fue antigua fonda, taberna, colmado, salón de cine y lugar donde se ejerció algún viejo oficio, hoy convertida en exquisito restaurante.

Al Son del Indiano

EsAl Son del Indiano”, un lugar que no nos recuerda a ningún otro. Al traspasar las puertas se hace un guiño al tiempo. La Habana Vieja o el Centro Asturiano de La Habana están presentes rindiendo homenaje a las gentes mallezanas que un día emigraron a Cuba.

Cada detalle colocado en su sitio. Cuadros recreando la isla de antaño, combinados con preciadas lámparas tifanys y hasta un aparato de televisión, el primero en llegar a España y que nadie consiguió hacer funcionar. Todo ello en perfecta armonía, consiguiendo un ambiente perfecto para la elaborada y cuidada cocina que se nos presenta.

Al Son del Indiano- interior-

Sorprendente es encontrarse en este rincón de la Asturias occidental con platos de la siguiente guisa: croquetas líquidas, pastel de ortigas, jabalí guisado con castañas o una deliciosa carne de canguro acompañada de mousse de queso fresco de cabra .Sin olvidar los exquisitos postres como el helado de eucalipto con caramelo.

Croquetas líquidas de ortiga con queso de cabra

El alma de “Al Son del Indiano ” es su dueño, Paulino Lorences. Si él no está falta lo mejor. Es posible que esté haciendo sociedad en algún evento vecinal, mostrando la Villa , contando alguna de las múltiples historias que guarda en su prodigiosa mente o simplemente tomando un zumo de paraguas. Si es martes, está ausente y no recibe. Costumbres adquiridas de su época parisina.

Pero la casa no queda en soledad. Según una vidente, “en el piso por encima del salón de comidas, habita Alfredo”. Este invisible morador de la fonda ,vestido de blanco como un indiano, para nada molesta a Paulino, que hace gala de su hospitalidad.

Fuente:

Libro -La Comarca Vaqueira- por Nieves Alonso