El satélite Cheops será lanzado al espacio en diciembre de 2017 con el objetivo de buscar exoplanetas, es decir, planetas que orbiten alrededor de otras estrellas distintas de nuestro Sol y que son difíciles de detectar por los telescopios terrestres. Para ponerlo en el órbita se usará un cohete Soyuz o Vega (aún por determinar) desde la base de Kourou, en la Guayana francesa. Se trata de una misión calificada por Agencia Espacial Europea de “pequeña”, no por su alcance científico, sino por su coste: alrededor de 50 millones de euros, pequeño en comparación con otras misiones que cuestan miles de millones.
A pesar de la escasa inversión del proyecto, la decisión de ESA para que Airbus España fabrique el satélite inyecta confianza a la industria española, al responsabilizar a nuestro país, no sólo de la construcción del ingenio, sino también del centro de control desde el que se dirigirá la navegación del satélite y se recepcionarán los datos que se reciban durante la misión. Tal empresa acontece cuando las grandes potencias espaciales reducen sus iniciativas exploratorias y de investigación y mantienen latentes proyectos tan ambiciosos como los de la Estación EspacialInternacional -a la que precisamente ESA ha abastecido con el envío del quinto y último carguero con piezas de repuesto, alimentos y equipo experimental hace unos días- y los vuelos tripulados a la Luna, por ejemplo.
No cuesta imaginar hasta dónde podría llegar la contribución española en la exploración espacial si la ceguera financiera no cercenara las posibilidades y las ambiciones de nuestros científicos y, en general, de la Ciencia en nuestro país. Estos logros que hoy se reseñan nos permiten vislumbrar con relativo optimismo el futuro que aguarda a España el día en que, sin la excusa de ninguna crisis, se apueste decididamente por el conocimiento, la investigación, la innovación y el desarrollo en todos los órdenes del saber. Entonces daremos, parafraseando a Armstrong, pequeños pasos para la astronáutica, pero grandes para España.