Un Peter Grimes humanizado - Palau de les Arts, 1 de febrero 2018

Publicado el 03 febrero 2018 por Maac @Elblogdemaac

Uno no entiende que se estrene Peter Grimes por primera vez en Les Arts y el teatro esté medio vacío cuando piensa que es una de las óperas más importantes que nos ha dado el siglo XX por su perfección dramática y una calidad musical que hace converger lo moderno con lo tradicional, pero así son las cosas, no está cantada en italiano y seguramente el hecho de pertenecer al siglo XX asusta a la masa que es poco dada a arriesgarse, pero una vez más se equivoca, como se equivocan los habitantes del Borough en la ópera de Britten según la lectura que ofrece el alemán Willy Decker. Si Britten deja algún lugar a la duda, quizás por empeño de Slater, el libretista, Decker lo deja bien claro desde el principio, su Grimes aparece en escena apesadumbrado portando el ataúd de su aprendiz, más tarde acariciará a su último aprendiz, que lo abraza; es un hombre víctima de una sociedad que va a la caza del hombre que no se adapta a las convenciones establecidas, el único problema de esta lectura es que conduce de alguna manera a la justificación del maltrato y eso, hoy en día, nos chirría bastante, pero igual me equivoco y el tema caricias va entroncado con el de la pederastia. La lectura de Decker funciona muy bien pero os voy a decir una cosa: Peter Grimes es una ópera que por sí sola funciona muy bien, los personajes están perfectamente caracterizados y la música traduce a la perfección tanto el ambiente como las situaciones dramáticas que se dan en cada momento, es fácil poner en escena Peter Gimes, sólo tienes que dejar que todo se desarrolle conforme lo  ha previsto Britten, tampoco es que haya que restar méritos a Decker que pone todo en práctica con sobresaliente incluso tomándose algunas licencias, la principal es que acentúa el  fanático pensamiento único religioso. La escenografía y el vestuario de John Macfarlane son muy austeros, oscuros y minimalistas (cuando se estrenó la producción en los noventa era algo en pleno apogeo, ahota también se lleva pero está más que vsito), de indudable belleza plástica, que es realzada por  la iluminación y cierto expresionismo creado al situar los personajes en un plano inclinado, sobre todo en la escena en la cabaña de Peter. Pero hay cosas que no entiendo, cuando Grimes dice "ayudadme a arrastrar el bote", no dice a aguantar la cuerda, ¿tanto cuesta arrastrar el bote en vez de estar ahí parados sujetando una cuerda? Son tonterías pero por culpa de estas tonterías muchas veces me desconcentro y salgo de la acción dramática.
El tenor Gregory Kunde, asiduo visitante a Les Arts, debutaba el papel principal en escena, lo hizo en versión concierto hace cinco años en Roma con dirección de Pappano, circulan por ahí grabaciones gracias a que se retransmitió por televisión, no hay más que visitar Youtube para comprobarlo, entonces fue una grata e inesperada sorpresa, hoy ya no lo es tanto, ya hemos asistido con anterioridad a importantes cambios en el repertorio del que fuera tenor rossiniano. La salud vocal del tenor puede que estuviera mejor en Roma, en todo caso hace un buen retrato de Grimes, una tercera vía, no es el psicópata que mostraba el monolítico Vickers ni es tan atormentado como el de Pears,  lleno de contrastes, supongo que algo tendrán que ver en ello las directrices de Decker, pero en un plano exclusivamente vocal también van por ahí los tiros. Temía que, como tiene un timbre tan característico y lo hemos visto tanto últimamente por aquí, viera más al cantante que a Grimes, pero no fue así, resulto totalmente convincente pero algo plano en lo dramático, curiosamente en los agudos le salió su vena más ligera. Para mí fue lo mejor de la noche junto con algunos momentos gloriosos que nos proporcionaron los músicos de la orquesta.
El capitán Balstrode estuvo correctamente servido por Robert Bork, su timbre es atractivo pero su estilo de canto no me lo pareció tanto, y hemos llegado al talón de Aquiles de este Peter Grimes. Es cierto que la interpretación y dirección de actores está muy bien pero nadie dio la talla a la hora de cantar, porque, señores, Britten se canta, y en Peter Grimes hay melancolía y hay lirismo, hay melodías, señores y, sobre todo, señoras cantantes, y el que no se lo crea que recurra a la versión que dejó grabada el propio Britten y lo comprobará. Leah Patridge como Ellen Orford, la viuda y maestra,  no tiene un timbre muy atractivo y sus agudos son gritados, careció de lirismo en los momentos más melancólicos; Dalia Schaechter, no despertó en mí el menor interés, es un personaje que tiene una vis cómica al que no lo va mal un ligero histrionismo que en la interpretación de Schaechter estuvo ausente; correctas estuvieron sus sobrinas, alumnas del Centro de Perfeccionamiento; el metodista, que interpertaba el tenor Richard Cox, no destacó precisamente por su hermoso timbre, tampoco es algo que le vaya mal a este personaje; sin embargo estuvieron bien Charles Rice como el boticario Ned Keene y Lukas Jakobski como el cochero Hobson, decepción total con respecto a Rosalind Plowight, la conocía por algunos discos que dejó grabados cuando era soprano, su impostación fue nula en un personaje, el de la obsesiva viuda Sedley, al que se le puede sacar mucho más partido. 
Peter Grimes es una ópera en la que el coro es importantísimo, está presente en todo momento, es el antagonista de Grimes, la masa, y sus intervenciones plantean muchísimas dificultades, es un auténtico reto, el Cor de la Genrealitat me ha gustado menos que otras veces, lo encontré demasiado desmadrado, sin control alguno del volumen como si Britten hubiera plagado la partitura de fortísimos (confieso que no me he tomado la molestía de comprobarlo), notar un poquito más de contraste entre los diferentes grupos de voces hubiera estado bien. En todo caso hay que reconocer que nos tienen acostumbrados a un nivel de calidad tan alto que cualquier desajuste lo magnificamos, ya quisieran en otros teatros que reciben grandes subvenciones del Estado tener este coro. Excelente la orquesta, no así la dirección de Christopher Franklin, bien por la firmeza con la que dirige, mal porque parece que para este director todo Grimes es abrupto, como si quisiera destacar las aristas de la partitura, pero vuelvo a repetir que en Grimes hay muchos momentos expansivos, melancólicos, que no fueron realzados debidamente.
A pesar de todo lo que no me gustó tengo que reconocer que se me pasó el tiempo volando y disfruté muchísimo de la obra de Britten, una auténtica joya. Afortunadamente asistiré a más representaciones.