Oviedo volvía a ser como la capital austríaca en cuanto a su actividad musical de primera, y dentro de una gira por Zaragoza, Madrid y Barcelona (sin pasar por San Sebastián) última parada española en el Auditorio, con unos intérpretes de primera y programa de los que aseguran éxito, público hasta la bandera, muchas toses y el móvil ó celular de turno reincidente siempre en los momentos de más intensidad emotiva, nunca coincidente con la dinámica desde el escenario, cual otra de las Leyes de Murphy.
Con todo, nuevo hito musical que al título mozartiano de su última sinfonía me sumo haciendo paralelismos de planetas y dioses para los comentarios de esta noche, pues hubo una alineación cósmica dentro de nuestro sistema solar por la calidad de los artífices en este viernes festivo en toda España (Día de la Constitución).
Beethoven joven, aún cercano, dios Marte muy clásico y alumno de "papá Haydn" escribe su Concierto para piano y orquesta nº 2 en si bemol mayor, Op. 19, su debut en esta forma (primera y publicada después), siendo el solista el propio alemán ya afincado en Viena. Sólo una diosa Venus, otrora planeta, puede afrontar una interpretación con el cielo estrellado capaz de permitirnos apreciar la inmensidad eterna desde nuestro perecedero disfrute. Maria João Pires nunca nos deja indiferentes, elige el instrumento (Yamaha CFX), su afinador (Sr. Kazuto Osato) y estamos preparados para despegar con ella a bordo de esta nave que pilota como diosa accesible y terrenal hacia un viaje breve pero eterno, sin sobresaltos, sólo emociones desbordantes en cada momento: Allegro con brio en el primer trayecto, cristalino, equilibrado, delineado con brillos dorados, antes de la "cadenza" maestra avisando fin de etapa y antes del Adagio segunda etapa placentera que nos permitió el vuelo sin motor, degustando emociones, reverberaciones increíbles desde los pedales, y la vuelta a tierra con el Rondo. Molto allegro de piloto de guerra sin combate, acrobacias sin mareos con el dominio de la nave musical y el plan de vuelo bien diseñado por el joven y viajero Ludwig, esta vez de Lisboa a Brasil pasando por Viena antes de la llegada a la Tierra en Oviedo a bordo de este "Voyager" musical donde el espacio aéreo lo puso la sinfónica vienesa y el controlador Fischer que nos recordó cómo se concerta no ya en un simulador (grabación) sino en la realidad (directo).
En solitario la Venus pianista siguió brillando a plena luz con un Schumann (?) como sólo "La Pires" es capaz de deleitarnos.