Revista Cultura y Ocio

Un poco de abril, algo de mayo, todo septiembre, de Jordi Sierra - Crítica Literaria

Por Eltiramilla

Un poco de abril, algo de mayo, todo septiembre, de Jordi Sierra - Crítica LiterariaTipo de crítica: Novedad 2011
Entrevista con el autor
Novela independiente
Clasificación: Novela realista
Nuestra Edición: Viceversa Juvenil, 2011, 13’50 €
Valoración: 4 sobre 5

Jaime responde a un anuncio que Olga ha puesto en el periódico, pero uno y otro buscan algo muy distinto, la necesidad de saber frente a la necesidad de amar, aunque desde su primer encuentro queda claro que sus expectativas se verán desbordadas por lo que encuentran en aquel bar. Una enfermedad por olvidar y un mundo por conquistar es lo que les impulsa a desoír a sus respectivas amistades e intentar posponer lo inevitable, pero la culpa y el miedo son demasiado fuertes como para enterrarlos.

Jordi Sierra i Fabra compone en esta novela de apenas 200 páginas un delicado relato sobre la complejidad de las relaciones humanas, el impacto del amor en una persona y sus consecuencias tanto para los personajes como para sus amigos y familias. Pese a la brevedad de la obra y la indiscutible identidad de los protagonistas, lo cierto es que hay otros personajes que son importantes para el avance y enriquecimiento de la trama, lo que supone un punto fuerte sobre el que se asienta el conjunto de la novela. Tanto Gloria, compañera de piso de Olga, como Sandro, el mejor amigo de Jaime, despliegan una arrolladora sinceridad que, en general, no trata de imponer su opinión o criterio; todo es una muestra más de aquel refrán que dice “quien bien te quiere te hará llorar”, porque Gloria y Sandro no velan las verdades para no herir a sus amigos, sino que las revelan para evitarles futuros males mayores. Es decir, son capaces de ver la situación desde fuera, de una forma relativamente objetiva. Pero ello no significa que los receptores de estos consejos vayan a seguirlos, algo tan habitual como la vida misma: Jaime, con sus secretos y comportamientos, muestra una personalidad bastante inmadura muy en contraposición con la de Olga, que quizá debido a ciertas circunstancias y experiencias pasadas ha crecido mucho más como persona y decide afrontar los obstáculos que se encuentra con una gran entereza. A pesar de todo, no he podido dejar de tomarles cariño a ambos y ese es otro aspecto importante para mí, porque con sus virtudes y defectos, los actores principales son totalmente realistas y en el caso de Jaime se observa que posee una parte sensible, que no cursi, de la que los autores de literatura juvenil no siempre consiguen dotar a sus personajes masculinos; en cierto modo, me recuerda al caso de Ethan Wate en Hermosas Criaturas. Por otro lado, la enfermedad en cuestión en el fondo no es más que una excusa para tratar de explorar hasta dónde llega la capacidad de sacrificio de una persona y cuáles son los límites del amor. Sin embargo, el tema se trata y es objeto de una de las escenas más emotivas, en la que Olga visita a un antiguo novio. En cuanto al lenguaje, predomina lo sencillo y directo, con unos diálogos rápidos que no dan tregua y permiten viajar rápido a través de una trama que se guarda más de un as

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en la manga, pese a que el final resulte bastante previsible, lo que no siempre es malo.

En definitiva, una oda a la vida y al amor sin límites ni barreras donde se arrincona el papel que juegan enfermedades y convenciones sociales y se ensalza la amistad por encima de todo sin perder de vista la realidad. ¿Vencerá el amor para estos dos jóvenes o se impondrá lo políticamente correcto? Eso es algo que tendrás que comprobar por ti mismo con un pañuelo en la mano, tiramillote.


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