De vez en cuando, muy de tarde en tarde, casi nunca, uno de los pocos hombres honrados que produce la humanidad, se atreve a enfrentarse a sí mismo y escribe cosas tales como “me gusta ver el cielo con densos nubarrones y oir los aquilones horrísono sonar... y allí un sepulturero, con mano despiadada, los cráneos machacar”, o los cantos de Maldoror , o, perfeccionando un poco más la técnica, el Marat-Sade, o por referirme, con suprema inmodestia a mí mismo, un insignificante libro de poemas que titulé “Iconoclasta” y del que voy a citar algunos versos:“Y sucedió que éramos tan hermososque Dios sintió envidia y nos desalojódel Paraíso y, desde entonces, el miedo,ese frío fantasma, se adueñó de nosotros;ya no nos queda mas remedio que huir hacia adelante,Ilegar cuanto antesadonde todos acabaremos por irpero tampoco allí es seguroque nos espere la paz, no existe,es otra falsa bandera, una sucia esperanzaque ni siquiera se realizaen los grandes cementerios bajola luna, verás, realmente, Ia lunano es más que un pálido reflejode nuestro deseo, lo han dicholos sabios, se trata de un astrocalcinado, Ileno de cenizas y, sin embargo,es nuestra esperanza, con él soñamos todos cuando Ilega la noche.Sí, éramos felices, aunque lo ignoráramos,
pasábamos el tiempo jugandocon esos artefactos que el progreso ha puesto a nuestro alcancehasta que el cansancio nos hacia declinar y volvíamos
el rostro hacia el origen pero los ojos han sido diseñados
para la oscuridad y todo lo que miramos nos deslumbra.
Por eso, si tienes algo que decir, dilo,y, todavía más, si lo que posees has de ocultarlo,de qué nos sirven las palabras y los signos, de qué el siniestro ruido de las trompas de guerra, si nadie sabe aún que perseguimos,
por qué no se detienen los guerreros en medio de la carga,por qué los sabios continúan hostigando a la naturaleza,por qué no dejan de amamantar las hembrasesas crías que engendraron torpes sementales, ¿dónde está el resplandor?
La luz hace ya mucho que se ocultóy una inmensa legión de hormigasse afana ciegamente almacenandolo que no ha de consumir, puesto que se avecinael reino de las sombras y la cenizacubrirá la aguja de los campanarios.Entonces, ¿qué?, preguntas, ¿qué debemos hacer?,insistes, ¿vestir nuestros sudarios,entonar "de profundis» y buscarcada uno el húmedo camino de la tierra?¿De qué el orgullo y la pasión, dónde estála hermosura, dónde la inteligencia,si entre las manos no tenemos más que un puñado de mierda,en el que pululan los peores gusanos? Pero estátambién el resplandor, me contestas.El resplandor ¿de qué?
Esa luz en los ojos de una mujer o la que brilla en la carne sonrosada de un niñoo en la roja y turgente cereza de sus labios o en la ternura fiel de un animal.
No son sino la máscara que oculta la ceniza. Eso será después, ahora son mi contacto con la divinidad,su resplandor. Tenía, entonces, razón, pero pasóel tiempo y la mujer envejeció, el brillo se alejóde sus ojos, el niño creció y se deformó,la lujuria y la droga machacaron su carne y hoy noes más que un despojo consumido por el sida. En cuanto al animal, todavía vive, lo tengo aquí, conmigo, sigue mis pasos y lame mis manos.Haceya tiempo que lo sé:nadiese va a salvar del todo, quien más, quien menos deberá soportar su parte de culpa en que este mundo no haya sido mejor,pero seguramente sufrirán más los poderosos, aquéllos que tuvieron, ésosque todavía tienen la posibilidad de cambiar algo, éllos,que son más culpables, hacen como que no lo saben,se ocultan detrás del resplandor pero no les servirá de nadasu estratagema porque, después del relámpago que nos ciega,Ilega la reconfortante oscuridady todos podremos ver que eslo que se oculta detrás de la púrpura.Nunca como ahora ha sido tan cierto que no vemosporque nos lo impide la luzy es que nuestros ojos están hechos para lo negroy nuestra alma es una cloaca ávida de cieno.Y sucedió que el cielo se hizo tan azul como el mary la dorada luz del sol comenzó a levantarsobre la arena de la playauna calurosa neblina casi invisibley el sire se tornó calido y suave como una caricia y el aguatan fresca y diáfanacomo recién salida de la fuente, sólo nosotros rompíamos la armoníaporque el hombre destruyetodo lo que toca, quema lo que miray aniquila hasta el átomo aquellosobre lo que su mente se detiene un momento. Porque el amorno es más que una efímeravoracidad de los cuerposy la amistad no existe verdaderamente,entonces, ¿qué es lo que restaen el fondo de ese mar negro que es nuestra alma, qué podemos salvar entre tanta palabra? Y el repite: el resplandor, y yo vuelvo a decir:el resplandor ¿de qué, qué resplandece aquí,en el fondo del estercolero?Y solo me responde el silencio,nadie quiere ayudarme a encontrar algodonde asirme frente a la mas fuerte de las tentaciones, la única salida realmente factible del laberinto”.No es, ni mucho menos, “The waste land”, pero no me avergüenzo de haberlo escrito hace ya algún tiempo, ni más ni menos que en 1988.