Este poema no
es un poema
al uso,
sólo un reflejo
de la infinita y
misericordiosa
fuerza que da:
pies al guepardo
sombra a la acacia
brillo al granito.
Este poema
no reza en
ningún templo
ni se arrodilla
en los palacios
ni bebe el agua
de la vida eterna...
Mas rinde culto
al nuevo
sol de mayo
y danza con
la luna llena
y ríe,
oh sí,
cómo se ríe,
en las esquinas
de las ruinas
blancas.
Este poema vibra,
piel tensada,
con la memoria
de los ganaderos
que de oeste a sur
cruzaban las montañas
para alcanzar
el cereal del llano.
Pero no es eso
no es eso
ni eso
ni esto.
Este poema no
sabe demorarse,
sólo se desnuda
como una flor
en el estanque
cuando
tú
soplas...
(Croar de ranas).
De todos los poemas
ya iniciados
y todos los
poemas
que aún han de empezar,
el más extraño
será este poema
que nos deja
con la miel
en los labios
(quizás)
y el ánimo
perplejo
porque termina aquí.
Fotografía Piscina natural del río Ladrillar, en Las Hurdes. Tomada de aquí.