Revista Política

Un político de IU se alegra y celebra la enfermedad de Fraga

Publicado el 15 enero 2012 por Alejandropumarino

Un político de IU se alegra y celebra la enfermedad de Fraga

Un edil de las Rozas dedicó estas perlas al estado de salud de quien fuese presidente de la Xunta gallega largos años, líder del partido y alianza popular, exministro del franquismo y bañista en aguas supuestamente radioactivas, hace ya bastantes años. Fraga es un político en estado puro, independientemente de sus ideas, que pueden compartirse, o no. Durante la dictadura creó los paradores de turismo, que siguen siendo un referente en la hostelería de nuestro país, y han servido para la reutilización de numerosos edificios históricos que se encontraban en ruinas; como presidente de Galicia, dotó a la comunidad de las infraestructuras que no había conseguido con administraciones anteriores. A todos los puestos institucionales desde el advenimiento de la democracia, accedió por esos papeles que, en ocasiones, tanto temen los progresistas de salón, que son los votos de los ciudadanos. D. Manuel vivió en el franquismo y acuñó frases célebres, sobre la calle y sobre más cosas, pero siempre respetó y apoyó, incluso en tiempos difíciles, el juego democrático. Ahora resulta que a este sujeto le provoca náuseas las posibles necrológicas de Fraga, y se alegra de su enfermedad; cosa curiosa para quien milita en una formación política que defiende el marxismo, una forma de dictadura –uno no recuerda diversidad de partidos políticos en la antigua URSS- que sí guarda poco que ver con la democracia con la que critica al político gallego. Lo celebra con cava, catalán, supongo, el hecho de que un compañero suyo de diferente ideología, sufra la enfermedad que aqueja el Sr. Fraga; se alegra del dolor ajeno y prevé el próximo fin de este político gallego. Más allá de la caridad cristiana –supongo que el Sr. Buenaventura no puede tenerla porque su credo político es incompatible con cualquier opio religioso- la ética y el sentido común, lo colocan a la altura que merece: La de no representar nunca más, en ningún país democrático, a ningún ciudadano, y aconsejarle, encarecidamente, que se instale definitivamente en Cuba, bajo el demócrata régimen de Fidel, de cuyos males no parece congratularse, en tan sutil ejercicio de hipocresía política y bajeza moral.

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