Un proceso democrático, mayoritario y pacífico

Publicado el 11 septiembre 2015 por Xallue
Que Cataluña vive un momento histórico está fuera de toda duda. Que llevamos más de cinco años ordenándolo es una evidencia histórica. Y que es democrático, mayoritario y pacífico, también.
Aún no se ha hecho ninguna actividad que pueda considerarse poco o no democrática. Las manifestaciones en la calle, la publicidad, los debates en los medios de comunicación, los artículos de periódicos, las monografías o los documentales filmados, han sido una muestra de imaginación, creatividad y respeto a las opiniones discrepantes. Las elecciones parciales, europeas o municipales han sido obviamente democráticas y ordenadas. Incluso el ejercicio del 9N fue un modelo de actividad reconocido por los observadores internacionales. Por cierto, no se trató de ninguna cosa rara; los anglosajones llaman "straw poll" en unas elecciones que no determinan designación de candidatos o no tienen fuerza jurídica.
Que es un proceso mayoritario define magnitudes cuantitativas. Y es mayoritario porque el opuesto no lo es. Más bien es un conjunto fraccionado de posturas diversas y, también, opuestas entre sí, todo dicho con respeto. Llamamos mayoritario al proceso. Más del 80% de la población de Cataluña está a favor de que el proceso se aclare, que se pueda decidir cuál es la voluntad de la gente. Que al final sea mayoritaria la decisión que se adopte, lo que la gente vote, es lo que queda por ver.
Y es un proceso totalmente pacífico. En el tiempo que llevamos y a pesar de provocaciones y despropósitos varios, en toda la actividad, individual o multitudinaria, no se ha registrado el más mínimo incidente violento. Han salido millones de personas a las calles y las carreteras y no ha pasado nada. Incluso se han dejado las calles limpias; la Vía Catalana proveyó de 2-3 papeleras por tramo y la mayor parte se recogieron vacías. Tampoco se han oído gritos, salvo los que se oyen en los estadios de fútbol, ​​lugares donde el griterío forma parte del paisaje.
Cuando un energúmeno, miembro del Gobierno, y desde el ejercicio de sus funciones, se permite la frivolidad de hacer referencias a la posible actuación de las fuerzas armadas, sólo se puede interpretar como una amenaza. Esto en los países normales y en periodo electoral, es un delito de coacción, por ejercer violencia sobre un proceso democrático.
Los que se oponen al proceso catalán, notablemente el gobierno del estado, hacen continuas referencias a las leyes y la legalidad. Les preocupa enormemente que el proceso sea legal. Esto es normal: las instituciones de un estado deben respetar y hacer respetar las leyes. Pero ambas cosas. Respetar las leyes significa todas. Incluso las que legítimamente proclamen órganos legislativos como, por ejemplo, el Parlamento de Cataluña. Hay que recordar que leyes cambian leyes. Las leyes deben representar la voluntad de los pueblos. Un proceso democrático, mayoritario y pacífico que exprese la voluntad del pueblo se convierte en ley en el sentido de que se debe respetar, sobre todo cuando un articulado concreto se puede resumir en un monosílabo: Sí
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