Este es el segundo libro que leo de Joseph Conrad después de haber leído hace ya seis años El corazón de las tinieblas una obra que me impactó, me sorprendió y me gustó muchísimo. Y lo mismo puedo decir de este Un puesto avanzado del progreso. Un relato lleno de ironía que nos traslada a la selva, al Congo, al corazón de África, un lugar al que viajaremos desde la risa hasta el horror gracias a las palabras de Conrad y a las ilustraciones de Federico Villalobos.
Los protagonistas de esta historia son Kayerts y Carlier, una pareja cómica y patética a partes iguales. Acaban de llegar a la selva para hacerse cargo de una explotación de marfil. Son estúpidos, prepotentes e ingenuos. Están indefensos en medio de la selva, rodeados por los nativos esclavos que les hacen el trabajo sucio para que ellos se lleven el dinero, el mérito y las felicitaciones. Son tan estúpidos que les costará mucho tiempo, demasiado, darse cuenta de que ellos no son los reyes, ni siquiera los jefes de la selva. Que ellos no son los que manejan el progreso, los que se benefician de él. Que todo lo que han aprendido en la civilización allí no les va a servir de nada. Porque en la selva hay otras reglas. No importa el pasado, aquí no sirven la instrucción militar o una dilatada experiencia como funcionario En este relato Conrad, con una gran ironía e inteligencia lleva a cabo una denuncia del colonialismo y de la hipocresía de la que hacemos gala los seres humanos, en Europa, en África y en cualquier parte. Porque somos imperfectos y muchas veces reconocerlo duele y mucho. Ese puesto en medio de la selva no es lo que Kayerts y Carlier esperaban. No es tan bueno, ni tan cómodo ni, desde luego, tan avanzado. El progreso no ha llegado a África y ellos no saben qué hacer para mejorar su situación. Su empleado, Henry Price, al que todos llaman Makola, es un negro de Sierra Leona que vive con su familia. Odia y desprecia a los blancos y no se lo pondrá nada fácil a esta patética y divertida pareja. Están solos, abandonados en medio de la nada, se sienten desprotegidos, desamparados, incomunicados y desterrados. El marfil y, por lo tanto, el dinero, no llegan y, a cambio, la comida empieza a escasear. El calor, los mosquitos, las amenazas de la selva empiezan a hacerles mella. El final del relato es al mismo tiempo sorprendente y previsible, impactante y predecible, horroroso y cómico, ajeno y cercano, real y descabellado. Un final digno de un relato que se disfruta intensamente desde la primera y hasta la última página. Un relato que se hace corto y que deja con ganas de mucho más. Un relato que une humor y crítica, situaciones cómicas con otras llenas de horror, momentos divertidos con otros tristes, patéticos, angustiosos. En definitiva, un relato que es una delicia y que sin duda os recomiendo.