Hace nueve años, una empresa alavesa decidió realizar un loable y costoso proyecto en Arkaute, la zona de montaña. Un ingeniero agrónomo holandés diseñó una modernísima granja de cabras con ejemplarcs de Alemania, Francia e Inglaterra. En 1992, GAMESA, la empresa que inicialmente realizó la inversión decide abandonarlo y un grupo de agricultores de la Montaña se muestra interesado en darle continuidad. Quienes asumen las riendas tratan de componer un rebaño selecto que ya cuenta con 750 cabras, aprovechándose de las magníficas cxplotaciones: la granja dispone de ordeñado flotante y todas Ias cabras Ilevan inslalada una identificación informática, de esta forma se puede saber en cada momento la leche que producen. Asimismo, los pabellones tienen un sistema automático de ventilación que controla la temperatura del interior. Se pretende con ello mantener a los animales en un ambiente propicio que redunde en la elaboración de unos productos de alta calidad.
Aprovechando las modernas instalaciones y mejorando algunos errores o abandonos en los que cayeron los primeros, la granja está comenzando a dar sus frutos con los continuadores, quienes llegaron a facturar el año pasado unos cincuenta millones de pesetas, aumentando progresivamente la producción y como consecuencia la red de comercialización del produclo. Aunque conocen sus limitaciones al enfrentarse en el mercado con productos industriales -no olvidemos que en la elaboración de sus quesos artesanales no interviene ningún proceso mecánico-, gracias a la innovación y al esfuerzo constante han conseguido introducir el producto en mercados tan difíciles como el catalán o el madrileño. La publicidad indirecta también ha sido causante de su afianzamiento, al estar este producto en boca de cocineros vascos tan populares como Arzak o Subijana.
Principalmente son cuatro tipos de queso los que se elaboran en esta granja de Arkaute: uno, similar al fresco de Burgos; los de crema de queso a las finas hierbas y el de coagulación o penicilium, este último, que viene a ser como el tradicional queso francés de cabra. Además de los quesos se elaboran tartas y cuajadas de oveja de temporada.
He procurado fijarme en la noticia que lanzaba Andrés Fernández en el nuevo periódico de empresa y transmitirla en este espacio porque bien pudiera servir de motor a quienes están pensando en algo similar, puesto que, ahondando en estas y otras historias pueden abrirse puertas de características parecidas en nuestra zona de montaña. Si el ejemplo del rebaño de ovejas, unas 700, no llegó a cuajar en Triollo, acaso sí pueda experimentarse con cabras en otros lugares, siempre y cuando la administración -regulando de otro modo las ayudas de Alta Montaña- arrimara el hombro con el proyecto para que, como en el ejemplo, creara expectativas de trabajo.
Tengamos en cuenta que estos planes traen aparejados otros: los ganaderos que trabajan en el entorno pueden instalar pequeños rebaños que abastecieran a la cooperativa y pueden abrirse merenderos donde se degusten éste y otros productos de la tierra.
¿Que no estamos mentalizados para las cooperativas? Tendremos que mentalizarnos de que una cooperativa no es la típica "media" que por norma rechazamos. ¿Que han prohibido que las cabras pisen el monte? Tendremos que llevarlas a tierra firme y al menos intentar promover proyectos que puedan darle vida y futuro a estas comarcas nuestras, porque no sólo de turismo vive el hombre.
@De la serie "Fuentecobre", en "Diario Palentino", 15 de Mayo de 1995