Esta es una propuesta de regalo para nuestros invitados en Navidad. La idea es que los comensales se lleven un recuerdo de esa cena de Nochebuena o comida de Navidad o comida de Sant Esteban o Noche de Fin de Año … (Ya me he cansado sólo al escribirlo).
El material que se necesita es :
Nº de marcos de fotos según “unidad familiar”
Papel Fotográfico
Impresora
A partir del material básico ( es de infraestructura) , ya cada uno “diseña” su foto . La idea es entregar un marco con una foto de papel! del “grupo” a cada “unidad familiar” ( lo pongo así porque hemos de contar una foto por hogar “independiente”.)
Se puede montar un Photocall o elegir un lugar especial de la casa dónde colocar al grupo, o alrededor de la mesa o todos con gorros de Papa Noel, o estrangulándose unos a otros… ; – ) Sea como sea nuestro diseño de foto, se deben hacer antes de la comilona o cenorra para tener tiempo para imprimirlas y ponerlas en el marco. Y yo añadiría una bolsita de regalo…
Nunca pensé que un marco de madera con una foto , podía tener tanto éxito pero… lo tiene. Está contrastado. Triunfaréis. ; – )
El DIY ya se ha acabado. Ahora viene la historia de este regalo y por qué creo que el éxito está asegurado :
Esta idea navideña aparece por derivación de un tema profesional aunque su verdadero origen está en un sencillo restaurante del que mi familia era cliente habitual, ya hace años. Allí hacían los mejores arroces del mundo (según mi padre) y por la inevitable relación “calidad-precio” siempre acabábamos allí en comidas familiares de fin de semana y celebraciones varias. Lo regentaba un matrimonio mayor (señor clavadito a Antonio Molina en la barra , señora híper-maquillada, de pelo cardado y un punto cotilla, jefa de sala.Uf!) y su hijo, el cocinero, un hombre, bajito y entrado en carnes. De nomeolvides de oro (gordo) y un punto canalla. La fama ( por lo bajini) era que se lo gastaba todo en mujeres y copas. El tío, muy simpático. Caía muy bien.
Hubo una época en que si ibas para un cumpleaños, cuando te traían la cuenta, en la bandeja había un marco con una foto del grupo de comensales que regalaba al cumpleañero.Siempre la salía a hacer él. Eran los primeros tiempos de las impresoras en color…Un día , me tocó a mí y debo decir que me hizo mucha ilusión ( resultó ser un experto en marketing emocional) y esa foto ha viajado conmigo , se ha mudado conmigo y aún hoy está en un lugar presente, con más historia y con ausencias, lo que la convierte en una foto sumamente especial.
Ámbito profesional (veinte años después de “La foto del Restaurante”) : hace poco tuvimos que organizar una ronda de visitas (tour para clientes) en una fábrica de Barcelona. Al final de la visita, se obsequiaba con una bolsa con regalos corporativos. Pensamos en incluir una foto, de papel, en un marco… Como aquella foto del Restaurante…Instalamos un Photocall en la entrada y cuando llegaban los clientes, les hacíamos la foto. Cuando acababan el tour y se entregaba el “Pack-visita”, en el interior había un marco con una fotografía del grupo.
Recibimos a unas 80 personas y os puedo decir que a todas, sin excepción, les encantó la fotografía en su marquito. Lo llamábamos el “recuerdo vintage” . En un mundo digitalizado, en el que las fotos se quedan en los ordenadores, los discos externos y los móviles, de repente, tener una foto – en la que sales tú- ,de papel y en su marco, algo tangible que colocar en un espacio, se convierte en un objeto con mucho encanto. Eso y…la inmediatez.
Nada de esperar y después enviar la foto. El efecto es devastador si la foto la dais al final del “evento navideño”.
Este post es para decir, simplemente, que hagáis una foto en papel y la regaléis enmarcada pero…me está quedando un poco largo y con vaivenes…I am sorry.
Volvemos al Restaurante de hace veinte años : El señor de la barra que era idéntico a Antonio Molina, murió de forma inesperada por un infarto. Durante un tiempo, la señora del pelo cardado y su hijo, el cocinero, intentaron convivir ( por lo que supimos tanto profesionalmente como personalmente) pero la cosa no fue bien. Además, apareció una mujer en escena. Una de esas aventuras de noche que fructificó en una relación que la señora del pelo cardado no aprobaba.
El restaurante empezó a ir mal y llegó el día en que la señora de pelo cardado se fue a vivir a Benidorm, el cocinero se fue a vivir con su “novia” y el restaurante cerró sus puertas. He puesto las comillas a la palabra “novia” porque todos pensamos (me incluyo) que cuando se acabara el dinero, se acabaría el…noviazgo. Mal asunto.
Hace un par de años, me lo encontré en otra ciudad. Con su mujer, aquella a la que todos cuestionamos, sus dos hijos ya adolescentes y un semblante de satisfacción que no podía con él. La señora del pelo cardado, nos dejó ya hace años y él vendió el local dónde estaba el Restaurante a los precios de los de antes. El matrimonio regentaba (felizmente) una tienda de Pollos a l’ast.
Total, que esta Navidad, tendré preparado mi Kit Fotos y Photocall …