Entender la relación de los grupos neandertales con su entorno es esencial para comprender los modos de vida de estos grupos humanos. Un reciente estudio publicado en la revista internacional Archaeological and Anthropological Sciences ha permitido conocer que comían y en qué épocas del año ocuparon los neandertales la cueva de Prado Vargas hace 46 000 años. Este yacimiento se encuentra situado en la localidad de Cornejo, dentro de la Merindad de Sotoscueva, en el norte de la provincia de Burgos. Prado Vargas forma parte forma parte del BIC y del Monumento Natural de Ojo Guareña, uno de los sistema kársticos más grande de Europa con sus más de 100 km de simas, cuevas y galerías.
El estudio taxonómico de estos restos ha permitido identificar que en esos momentos en el ecosistema de Ojo Guareña vivían junto a los neandertales numerosos herbívoros como ciervos ( Cervus elaphus), gamos ( Dama dama), caballos ( Equus ferus), rebecos ( Rupicapra pyrenaica), cabras montesas ( Capra pyrenaica), conejos ( Oryctolagus), bisontes ( Bison priscus) y vacas ( Bos primigenius). Los carnívoros en ese periodo estaban representados por leones ( Panthera leo), lobos ( Canis lupus), zorros ( Vulpes vulpes) y tejones (Meles meles). Junto a estos, también se han identificado varias decenas de restos de jabalí ( Sus scrofa) y oso de las cavernas ( Ursus speleaeus).
Una vez se determinaron las especies que formaban la colección de fósiles se procedió durante varios años a realizar un estudio tafonómico y zooarqueológico de cada uno de los restos. La tafonomía es la disciplina que se encarga de estudiar los procesos que sufrieron estos animales desde que fallecieron hasta que sus restos fueron recuperados en el yacimiento. Mientras que la zooarqueología se especializa en estudiar los estigmas que quedan en estos huesos de los animales tras ser procesados por los neandertales. Este tipo de huellas son principalmente, marcas de corte producidas por las herramientas de piedra, marcas de percusión originadas por la fracturación intencional de los huesos para tener acceso al tuétano y marcas de mordeduras.
El análisis de las marcas de corte y percusión de los huesos ha demostrado que los neandertales explotaron sistemáticamente todos los restos de animales que llevaron hasta la cueva de Prado Vargas. Tanto para obtener alimento a través del procesado de su carne, paquetes musculares y tuétano, como para la utilización de sus pieles y tendones para fabricarse ropajes y cuerdas. Del mismo modo utilizaron numerosos fragmentos de hueso de las extremidades como retocadores, con los cuales golpeaban los bordes de las herramientas de piedra para modificar sus filos.
La presencia de una gran cantidad de fragmentos de huesos quemados evidencia el uso y control del fuego que llegaron a desarrollar las poblaciones de neandertales. El estudio de la coloración y de la posición de los restos quemados evidencia un uso intenso y recurrente de la cueva y abre la posibilidad de que los neandertales de Prado Vargas utilizaran finalmente los huesos como un combustible más para alimentar sus hogueras.
Finalmente, el análisis del microdesgaste y erupción dental de los restos de animales ha servido para ratificar que los neandertales se establecieron en la cueva de Prado Vargas de manera reiterada y prolongada en diversos momentos. Estableciendo en ella un campamento de larga duración durante varias generaciones desde la primavera hasta finales del otoño.
Desde la puesta en marcha de las excavaciones en Cueva Prado Vargas, las investigaciones realizadas cuentan con el apoyo económico y material de la Consejería de Cultura, Turismo y Deportes de la Junta de Castilla y León, la Diputación Provincial de Burgos, el Ayuntamiento de la Merindad de Sotoscueva, la Fundación Palarq, las localidades de Cornejo y Quisicedo, la Casa del Parque del Monumento Natural de Ojo Guareña, las asociaciones locales La Escuela de Cornejo y Naboqui de Quisicedo y de todos los vecinos de la zona que muestran un especial interés por conocer y divulgar el patrimonio arqueológico de su territorio.