Un retazo de otro siglo en pleno Malasaña

Por Manugme81 @SecretosdeMadri

Hoy en día parece que tenemos una obsesión, estar cuánto más a la última mejor, ya sea en nuestro telefóno móvil o en nuestra forma de vestir. Hemos creado una sociedad que fagocita modas y que olvida muy rápido su pasado inmediato. Algo que, por fortuna, no ha sucedido en la Farmacia Juanse de Malasaña.

Recuerdo perfectamente el día que pasé por primera vez por esta maravillosa fachada. Enclavada entre las calles de San Vicente Ferrer y San Andrés, esta farmacia fundada en 1892 mantiene casi intacto su aspecto exterior. Una joya de finales del Siglo XIX que ha sobrevivido a la Guerra Civil, a la Postguerra y a la ´Movida’. Casi nada.

Para comprender el objeto de esta fachada hay que introducirse en una mente de hace más de cien años. No existían las formas de hacer publicidad que tenemos actualmente y las fachadas de los negocios eran su carta de presentación y a la vez el único reclamo para llamar la atención de los potenciales clientes que pasaban por la puerta del negocio.

En la Farmacia Juanse optaron por publicitar algunos de los milagrosos productos que fabricaban en su laboratorio. Productos con nombres tan peculiares como ‘diarretil’ o la ‘lombricina’ figuran en estos azulejos creados por Marcelino Domingo y Enrique Guijo. Productos que parecen sacados del típico charlatán del Oeste que iba de pueblo en pueblo, con su diligencia, vendiendo un género de lo más curioso.

Una curiosidad de estos anuncios/azulejos es que podemos ver productos destinados a todas las clases sociales, desde el ‘Odantálgico Juanse’ en el que vemos a una mujer arreglada y elegante anunciando un producto destinado a la alta sociedad (sólo los más pudientes podían preocuparse por su higiene bucal) al ‘diarretil’ en el que apreciamos un niño desnudo junto a su madre, con delantal y sin arreglar, una estampa propia de una clase más pudiente. Los distintos estratos sociales (y sus posibles necesidades) quedan reflejados en esta fachada. En la Farmacia Juanse querían dejar claro que tenían artículos para todas tipo de personas.

El aspecto exterior de este negocio es uno de los muchos que dan un sabor tan añejo y a la vez amable al Barrio de Malasaña. Una delicia que parece atascada en el tiempo, resignada a avanzar a la misma velocidad que nosotros. Una lástima el nulo cerebro de unos pocos que se dedican a emborronar estos vestigios del pasado con sus firmas y grafittis sin sentido.

Nota: Las fotos de esta entrada pertenecen a la madridfotoafoto.blogspot.com

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