no fue el cristal que reflejó mi negro sino
ni el marmóreo frío que cuan punzón
se clavó en lo más hondo de mi pecho
Fue tu palabra arrojada sobre mí
la que tiñó de rojo mi esperanza,
la que alzó una pared,
una barrera,
y me mostró la maceta sin flores
el piano desafinado, la lámpara sin luz
y el cuadro mal centrado en la pared
Signos de que las cosas entre nosotros
no volverían a su ser
y quise hacerlo público y grité
y llené de ruido
la hora de la siesta en nuestra calle
un ruido artificial que nadie oyó
Me olvidé de prejuicios y lloré
un canto extraño llegó a mis oídos
parecía una pequeña codorniz perdida
Perdida como yo.
Autor: Anónimo
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