escuché una palabra, una sola,
que hizo eco en mi interior.El ruido del público tras el cristalinterrumpió mi veneraciónpor el perfil de tu rostro, tan artificial.Ella colgaba de una pared,una maceta sobre un piano a tus pies,y una lámpara iluminabatu semblante marmóreo,tu contorno sobre fondo negro,y mi prejuicio enmarcado en un cuadro.¡Matadla!, - dijo el pintor, yun punzón se introdujo dentro de su corazónderramando el el suelocolor rojo bermellón.Y tú, como era una codorniz la que agonizaba,no dijiste ni una sola palabra.Texto: Laura Garrido Barrera
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