El eco del cristal quebró la lámpara.
Un punzón se columpió entre las lágrimas
y el silencio, negro y marmóreo,
recorrió la pared.
Como el cuadro,negro, rutilante,
el piano, sin prejuicio,sin normas,
tocó la melodía, sin ruido, sin público.
Solo.
La palabra voló y en la maceta,
artificial, doliente,
la codorniz, de rojo sangriento,
mantuvo el eco de la lámpara,
del cristal,
de la pared.
El público aplaudió.
Tanto dolor,
tanto delirio dentro y fuera,
tanta palabra, tanto rojo.
Una vez. Y otra. Y otra.
Texto: Virginia Glez. Dorta
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