“UN REY SIN DIVERSIÓN”, de JEAN GIONO
Entre las propuestas literarias más interesantes que el lector puede encontrarse en las librerías, están con frecuencia las de cinco o seis pequeñas editoriales, en las que el gusto, la apuesta por la recuperación de escritores olvidados o que no llegaron a editarse en español y el cuidado de las ediciones, reconcilian al lector con un mundo editorial lleno de supuestos bombazos que sólo ofrecen variantes de dos o tres fórmulas narrativas mil veces repetidas, modelos que parecen fabricados en serie y que se agotan ya a la semana de su publicación. Entre esas editoriales se encuentra sin duda Impedimenta, y este libro en particular me parece uno de los dos o tres mejores que se han publicado en bastantes meses, una magnífica sorpresa, una novela deslumbrante que atrapa desde la primera página, desde su arranque en una aldea perdida de Provenza a su inesperado y no menos magnífico final.
En el otoño de 1843, se producen una serie de desapariciones misteriosas en esa aldea que permanece sepultada bajo la nieve varios meses al año (una nieve que será una de las imágenes recurrentes de la obra). Al pueblo llega un grupo de gendarmes capitaneados por Langlois, un individuo cuya `personalidad fascina e impone por igual a los vecinos y que resuelve el enigma que plantea la obra de forma sorprendente y drástica. “Un rey sin diversión" es- también en ese sentido- una novela atípica, un thriller cuya resolución se produce a mitad de la obra, y de una notable complejidad técnica: en el libro se alternan tres momentos históricos diferentes y al menos otros tres narradores: el narrador que recuerda los hechos cien años después, la tabernera apodada Salchicha, una antigua prostituta que aloja en su local a Langlois y relata desde su punto de vista las motivaciones del gendarme, y la propia narración de los hechos que ocurren.
Hay en “Un rey sin diversión” numerosos elementos que aumentan la riqueza del texto y el efecto que provoca en el lector: la abrumadora presencia de la naturaleza, que condiciona la vida de los personajes de forma ambigua, con su mezcla de elementos positivos y negativos y numerosas connotaciones simbólicas, no sólo por la mencionada presencia de la nieve, y de la imagen recurrente de la sangre sobre ella( como en un relato de García Márquez), sino por su capacidad de dar forma a los miedos e incertidumbres de los vecinos, y por otros elementos como los animales y plantas, especialmente el haya con la que se abre la obra; asimismo, el mencionado hecho de que el enigma que se plantea se resuelva tan pronto, provoca un efecto de desconcierto en el lector que se verá aumentado cuando Langlois, cuyos actos y palabras conocemos siempre a través de otros, vuelva al pueblo años después con la aparente intención de instalarse en él definitivamente. Después de consultar con Salchicha y una amiga de esta, la trama parece encaminarse hacia un matrimonio mediante el cual el hombre que había resuelto el enigma que aterrorizó al pueblo se casaría e instalaría en él, dispuesto a vivir la última parte de su vida. El modo en que Giono conduce la parte final de la obra provoca un nuevo giro, cuando el protagonista asume su ambigüedad moral, o su capacidad de llevar a cabo actos difíciles de asumir y concluye drásticamente la novela justificando la bella frase de Pascal de la que toma el título: "Un rey sin diversión es un hombre lleno de miserias”. Muchos otros aspectos de este magnífico libro merecen ser destacados, y no querría dejar de mencionar al menos dos más: la riqueza del lenguaje( mención especial merece el estupendo trabajo de Isabel Núñez, autora de la traducción y el prólogo) y la mezcla de humor y tragedia que Giono alterna con maestría.
TOMÁS RUIBAL
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