Un riojano me sedujo

Por Verónica Marmolejo

Y sí, este título está como para que no me vuelvan a dar chance de viajar sola, pero créanme que fue un idilio sano, aunque debo confesar que hubo roce de labios y aún guardo su recuerdo… el recuerdo de ese vino rojo intenso, suave y a la vez con fortaleza, con gran cuerpo y un calor que estremece.
Un primero contacto con el vino de Rioja lo tuve hace años, pero en aquél entonces fue como tener un encuentro con alguien mucho mayor y cómo explicarles que no “hicimos clik”, que no hubo gran química entre nosotros. Digamos que nos llevamos bien desde entonces, pero no prosperaba nuestra relación. Hace un par de semanas tuve la oportunidad de acercarme más a él, de conocerlo desde sus entrañas y entonces, lo confieso… me sedujo!
No sé qué fue primero, su sabor o su personalidad, ambos me gustaron, pero lo que me llevó a declararme rendida ante él fue su todo… el sonido de su suave caída, el chorreo frágil de sus gotas a través de la transparencia, el aroma que se escapa al girar y girar la copa… ese acercamiento a los labios, así… discreto, sin buscar más que un pequeño sorbo para darse a conocer, para decir “aquí estoy, tómame!”. Luego, un añico de líquido juguetea en la boca, toca y roza… dando sabor a qué, a mucho y a nada quizá… a madera, a hierbas, a flores, a vid… Entonces, trato de descifrarlo, de encontrar su esencia, su sabor verdadero. Luego de probar y probar, me doy cuenta de que no me importa entenderlo porque está claro qué él me entiende bien a mí, pues me hace sentir seductora, segura… única. Para entonces, ya vamos juntos y no precisamente de la mano. Va en mi interior y sí, somos uno solo, borrachos de alegría, sonriendo al atardecer y disfrutando, porque vida sólo hay una. 
Siempre lo he dicho, la vida es un suspiro y entonces, suspiremos juntos, le dije a mi riojano. Dejémonos seducir por ese alguien o algo que se acerca a nosotros sin más primicia que sorprender. 
Así fue como inició mi romance con el riojano tinto, que lo encontré con vario nombres, con diferentes caras y trajes, pero al fin riojano. 
Hoy, sigo enamorada de él, pero no estoy segura de serle fiel por mucho tiempo, pues hay tanto tinto que conocer, que bueno… el amor es así, volátil pero sincero mientras dura.