Revista Arte

Un Rococó hispano desconocido por la ingrata sincronía temporal de los acontecimientos.

Por Artepoesia
Un Rococó hispano desconocido por la ingrata sincronía temporal de los acontecimientos. Un Rococó hispano desconocido por la ingrata sincronía temporal de los acontecimientos.
Hay un periodo histórico en España que favorecería, con su bonanza política, social y cultural, el sentido estético más elogioso del refinado Rococó. Y hay un pintor español desconocidísimo que brillaría efímeramente, como ese mismo periodo histórico, en el estilo desenfadado, colorido, armónico, estilizado y festivo de aquel siglo XVIII. José Camarón Bonanat (1731-1803) alcanzaría la brumosa gloria efímera de los pintores de talento que, sin embargo, no forzarían sus virtudes estéticas para ir más allá de su corrección artística en el desagradecido mundo del Arte. Cuando el rey Carlos III consiguiera la mayor placidez histórica en su reino, la serena, pacífica e ingenua década de los ochenta (1780-1788) había traído a España, por ejemplo, la paz con el poder otomano, con Gran Bretaña y con Orán, así como la creación del Banco Nacional de San Carlos y la declaración oficial del ennoblecimiento del trabajo frente a las antiguas tradiciones hidalgas. Y en ese mundo tranquilo, próspero y refinado, el estilo Rococó de Camarón Bonanat fue visto y no visto por las incongruencias temporales con una cultura europea que, por entonces, latía ya por otros derroteros artísticos. En el Arte el oportunismo temporal es providencial, y a finales del siglo XVIII el Rococó no era una inversión cultural que prosperara frente al modernismo de entonces: el Romanticismo en sus inicios desgarradores. ¿Cómo desarrollarse un excelente modo de pintar que ya no tendría demasiado sentido? Porque el Rococó hispano de José Camarón es extraordinario. Prueba de ello son estas dos obras de él. Las dos compuestas en 1785 y las dos glosando el carácter festivo de un escenario natural, galante y sofisticado. ¿Era la muestra de un momento social que podía avanzar en una sociedad tan atrasada? Lo era. Fue eso, la muestra, el modelo, la ocasión, algo que duraría tan poco como el tiempo que mediara al fallecimiento del rey Carlos (1788), los conflictos con la Francia republicana (1793) y las alianzas bélicas nefastas con el Directorio francés (1796).
Pero en 1785 todavía se creía que el mundo era un lugar maravilloso donde prosperar y bailar o gozar al amparo de una sociedad que, tímidamente, confiaba en su destino. Y el pintor valenciano se inspiraría y compondría dos obras de un acabado y un colorido extraordinarios. Parejas en un parque y Una romería forman un conjunto rococó no visto antes en España. Fue el pintor francés Watteau quién, mucho antes, habría glosado con su Arte novedoso para entonces (inicios del siglo XVIII) las maravillosas creaciones artísticas de galantería y sofisticación en bellos paisajes naturales. Pero entonces era su momento, y Watteau pasaría a la historia del Arte encumbrado por la belleza y sutileza de su Rococó magistral. Camarón lo haría mucho más tarde y solo alcanzaría a refinar una tendencia que en España no consiguió mucho valor y preminencia, tal vez por el triunfo de un Neoclasicismo mucho más acorde con la grandeza y la sobriedad hispanas. Sin embargo, Camarón, a pesar de su desubicada y laxa intención estética, conseguiría realizar unas creaciones que rayarán en la obra de Arte maestra de un tipo de Rococó hispano, sin embargo, muy fugaz. Una romería es una bella imagen que sitúa la composición original al nivel de un colorido muy elaborado. El baile de la pareja principal consigue equilibrar la fiesta campestre con una sutilidad y armonía extraordinarias. Es como una aparición teatral al más refinado estilo dieciochesco. Apenas son mirados por los demás personajes, ejemplo premonitorio de lo que el estilo Rococó hispano, y especialmente el suyo propio, haría de la pintura de Camarón una pasajera y momentánea brisa deslucida. 
En su otra obra, Parejas en un parque, el pintor rococó español compone una grandiosa escena contemporánea y mitológica. Aquí la gran cultura, la leyenda, el mito y la elegancia primorosa de la época articularán una escenografía igual de teatralizada que en  la otra obra. Bajo la estatua clásica de Venus y Cupido unos personajes manifiestan sus alegres, galantes o melancólicas vivencias. No hay diferencias sociales en la obra, se muestran aquí damas o señoras de alta clase con majos o majas que aparecen ahora en un mismo escenario. Al igual que la pintura veneciana de aquel siglo, las referencias eróticas las sublimaría aquí el pintor con la escultura desnuda de la diosa. Lo original de la obra, al igual que la otra, ahora aquí también asombrará con, por ejemplo, los alardes decorativos o con la composición de una dama sentada y muy inclinada en su giro del torso, donde sus piernas cruzadas y su pie derecho calzado se ven más destacados en la escena galante. Las tonalidades en ambas obras, la fuerza de sus colores conseguidos, hacen brillar ahora elogiosos los dos lienzos bajo las sutilezas de los azules, ocres, verdes o rosas... ¿Hay un Rococó mejor conseguido en España? No lo creo, pero, como toda creación malograda por la crueldad de la moda, del tiempo, de la agonía social o de la desesperada falta de seguidores y escuela, pasaría a la historia sin ningún perfil reconocido, sin ninguna grandeza y sin poder arraigar una forma y una moda consolidada. El pintor acabaría su vida con el mismo siglo que alumbrase apenas su obra. Para ese momento, e incluso antes, la fuerza romántica y revolucionaria de Goya arrasaría cualquier otra grandeza artística. Las obras de Camarón, guarecidas en colecciones privadas solitarias durante dos siglos, pasarían el fulgor de la admiración sin un mínimo alarde de reconocimiento. Ahora, sin embargo, sí podremos hacerlo gracias al Museo del Prado y a la fuerza de la tecnología y de su difusión extraordinaria. Sea este un pequeño homenaje a aquel alarde malogrado y a una belleza estética diluida... a pesar del trazo y del color sutil en una época tan fugaz como encantadora.
(Óleos Una romería y Parejas en un parque, ambas obras del año 1785, del pintor rococó José Camarón Bonanat, Museo del Prado, Madrid.)

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