Un Rosario de violencia

Publicado el 22 enero 2013 por Marianofusco

 

“Canalla puto te vamos a matar”. Estación de Rosario, un lunes de agosto, frío,  mucho frío, aproximadamente 20.00 horas, descubría esta ciudad luego de mucho tiempo, de varias promesas apócrifas y la primera imagen era ésta, en letras rojas y negras, imperfectas, no realizado por un profesional ni mucho menos, se notaba temblor en la “artesanía”, pero pensaba por dentro que el mensaje significaba todo. Estación de ómnibus. Para que se enteraran los turistas. Para que les quede claro, a propios y extraños. Un souvenir como entrada. Recordé inmediatamente el hashtag #HolaINADI y sonreí. Lo admito, Twitter no me hace bien. Lo hablé con el taxista que me llevó al hotel, contándole la anécdota que lo primero que vi tras pisar tierra rosarina no fue justamente el Monumento a la Bandera, el busto de Belgrano, el río Paraná, el bar El Cairo, no, no, no, era esa pintada, como una bienvenida, tan particular, semiológica, para que la analizara Eliseo Verón, ponele, y él, desde su sabiduría vehicular, de sentar el culo más de doce horas en Rosario, me lo dijo sin medias tintas: acá estamos todos enfermos.

Con los hechos sucedidos ayer, de amplio conocimiento, me vuelve a la memoria ese trayecto en taxi, las palabras del tachero, el observar con el auto recorriendo que la vida parece fragmentarse en dos ahí, traté, de forma ilusoria, comprender las ambigüedades que presenta una ciudad tan hermosa, tan procreadora del gen argentino. Ya será un lugar común decir todos los próceres con los que cuenta Rosario, la usina de talento descomunal que desde ese punto de Santa Fe se trasladó a todo el país. En fútbol, las intolerancias se elevan indefectiblemente y hay un factor que lo convierte en más peligroso aún, apenas es una ciudad, un territorio por demás inferior a las rivalidades que pueden darse en otros puntos, es un ring demasiado estrecho y los límites se cruzan sin consultar. Los días posteriores en Rosario me volvieron perplejo por la cantidad de anécdotas escuchadas, de las extremidades, algunas risueñas, otras no tanto, de un rencor tan profundo que habla, le guste a quien le guste, de lo que somos como sociedad. La idea no es hacer sociología barata, no es la intención de este texto, solamente tirar en el puchero un ingrediente diferente para no repetir lo que escuchamos y leemos en la mayoría de los medios de comunicación, que digamos la verdad, los sacás afuera de la General Paz y están más perdidos que Trobbiani. Quizás uno como porteño asqueroso, también tenga imágenes distorsionadas, por qué no, pero quedarse callado no será solución de nada.

La responsabilidad de la policía rosarina, leer aquí, aquí y aquí, con amplia capacidad para reprimir sin consideración a hinchadas visitantes, en los comentarios podrán poner sus propias experiencias, no cuentan con el mismo poder de fuerza si hablamos de Newell`s y Rosario Central, en el pago chico todos nos conocemos con todos y algunos intereses caminan por idéntico sendero. Los sotas acá, no, por favor. Un partido, el reencontrarse debido a la permanencia de Central en la B Nacional, dio lugar, una semana antes, a distintos hechos de una violencia extrema que formaron los sedimentos para que acaeciera lo de ayer; clásico suspendido a horas de comenzar; incidentes en el Parque de la Independencia, heridos de gravedad; los jugadores de Central realizan un entrenamientos, entran hinchas, barras, lo que fuese, y los dejan semidesnudos, tirados; acciones y razonamientos insanos, formadores de sentido en el fútbol argentino pero que en Rosario se tornan religión. Los clubes, pasándose la pelota uno al otro, no colaboran en absoluto para bajar el nivel de esquizofrenia colectiva. Los funcionarios, desbordados, ésa es la palabra, desbordados por la falta de inversión, infraestructura y digámoslo sin sonrojarnos, capacidad, trabajan en la coyuntura cuando ya dejó de ser coyuntura.  Cuando todo ya pasó. Tampoco esta nota, que culminará con seiscientas, setecientas palabras, como mucho, otorgará por arte de magia una solución a un entramado tan complejo que, por miedo u omisión, nadie se quiere meter.