Un secuestro, unos piratas y el infinito chulerío de Julio César

Por Ireneu @ireneuc

Julio César

Pocos personajes han habido más famosos en toda la historia de la humanidad que Cayo Julio César -Julio César para los amigos. Su inteligencia y astucia han pervivido en nuestro imaginario por más de 2000 años y aunque hoy día entre el gran público se le conoce más por ser protagonista de los cómics de Asterix que por el estudio de sus hazañas, su figura siempre ha encandilado a propios y a extraños. Sin embargo, más allá del mitificado personaje, las crónicas que describen sus correrías lo dejan como un auténtico personaje. O si no, para muestra, el hecho de que fue secuestrado por unos piratas y, cuando se enteró de lo que pedían por él les hizo casi triplicar el rescate. Con un par.

Lucio Cornelio Sila

Julio César, en el 75 a.C.era un ambicioso joven patricio romano de 25 años que había tenido que huir de Roma ya que no estaba a partir un piñón exactamente con el dictador romano Sila por un lío de faldas. Desterrado a las islas del Egeo para evitar los sicarios de Sila, se dedicó a estudiar y a prepararse para cuando volviera a Roma. Fue justamente en un viaje para estudiar en la academia de Oratoria y Elocuencia de Molón de Rodas (obvia decir que era la que más "molaba" de la época, perdón por el chiste fácil) fue abordado por unos piratas cilicios -Cilicia, en la costa sur de la actual Turquía- que estaban por allí haciendo su "trabajo" tranquilamente.
En esta circunstancia, el capitán pirata se fijó en el joven romano al cual enseguida detectó como el más preciado botín del barco romano. No por nada, sino más bien porque, además de ir vestido a la última moda romana, cuando abordaron el barco -el cual no pudo escapar de los piratas a pesar de verlos venir, porque no había viento- Julio César estaba tranquilamente leyendo. Impasible el ademán que diría alguien.

Isla de Rodas

Los piratas valoraron el rescate a pedir por la tripulación en un total de 10 talentos, pero en vistas del desdén del joven Julio César, el capitán pirata, como castigo añadido, lo dobló: el rescate a pedir a los romanos sería de 20 talentos de oro. César, más chulo que un ocho, le dijo que si supiera quien tenía por rehén y supiera hacer bien su trabajo, no se conformaría con tan poco. Ante el estupor de los piratas, César le dijo que pidiera nada más y nada menos que 50 talentos por su vida. Por los piratas, miel sobre hojuelas, claro, pero... ¿cuanto sería lo que les pidió?
Un talento correspondía al peso de un pie cúbico de agua, que en la antigua Roma equivalía a 32.2 kilogramos. Si contamos que el oro, a día de hoy, está a 30,10 € el gramo, ya puede hacer cuentas... 32.200 x 50 = 1.610.000 gm que multiplicados por 30.10 € dan la friolera de 48.461.000 € de hoy día. Nada lo del ojo...y lo tenía en la mano.

Islas del mar Egeo

Sea como fuere, César fue trasladado a la isla de Farmacusa (frente a la costa de Halicarnaso), donde quedó, junto con un amigo y dos criados en poder de los piratas, mientras que el resto fue enviado a buscar el rescate. Pasaron 38 días antes de que vinieran con el dinero los enviados, en que los cronistas (Plutarco, sobre todo) cuenta que Julio César, más que estar preso, estaba en Marina d'Or. Por lo visto, se dedicaba a hacer deporte, a escribir poesía, a estudiar y a escribir discursos -los cuales obligaba a sus captores a escuchar- e incluso llegaba a hacer callar a los piratas cuando no le dejaban dormir. Lo gracioso es que le hacían caso y todo. 
Durante su cautiverio, César casi maltrataba psicológicamente a los piratas y, a parte de ponerlos de hoja de perejil cuando no aplaudían sus discursos y poemas, los amenazó repetidamente de que cuando le soltasen, los capturaría, recuperaría el dinero y los crucificaría. Evidentemente, los piratas se tronchaban a reír de sus amenazas. Una vez conseguido el rescate -la familia de César tuvo que dar la vuelta hasta a los bolsillos para ajuntarla- Julio César fue liberado, para regocijo de los piratas, claro.

Ruinas de Pérgamo

Una vez liberado se dirigió a Pérgamo, donde consiguió 500 soldados y 4 barcos, volviendo a Farmacusa y pillando a los piratas in fraganti en plena celebración por su botín, apresándolos sin demasiados problemas. La "peana" que llevaban los piratas ayudó bastante, todo sea el decirlo, y los 350 piratas fueron llevados a Pérgamo de nuevo. Allí, César mandó ejecutar a todos menos a 30, los cuales fueron crucificados como había prometido. Eso sí, como detalle "humanitario" les hizo degollar antes de crucificarlos. Todo un detallazo.
De esta forma, Julio César, a parte de crearse una reputación que no le dejó hasta que Bruto lo asesinó muchos años después, consiguió agenciarse los 50 talentos de oro para su fortuna personal. Su familia había tenido que hacer esfuerzos para conseguirlo, pero como había sido secuestrado, se los quedó en concepto de indemnización. De esta forma se desvinculaba de cualquier préstamo u obligación contraída por sus familiares para pagar el rescate y se lo llevaba absolutamente limpio de polvo y paja. 
Lo dicho. Todo un personaje.

Los piratas lo supieron perfectamente


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