Y es que la cosa venía endiablada desde el comienzo mismo de la legislatura y no tenía pinta de calmarse. Los hechos se desarrollaban a velocidad de vértigo y arrollaban a cuántos se ponían por delante, incluidos los sediciosos que pretendieron declarar unilateralmente una república en Cataluña en octubre pasado, yendo a dar con sus huesos en la cárcel o haciendo las maletas del exilio. Nadie supo prever que el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, acabaría huido en Bruselas, el vicepresidente Oriol Junqueras estaría desde entonces entre rejas, varios exconsejeros de aquel govern correrían la suerte de uno y otro, según sus lealtades, y que Rajoy, en fin, recalaría en Santa Pola (Alicante) como registrador de la propiedad, su verdadera profesión tras su paso fugaz, de 35 años, por la política. Todos ellos han sido víctimas de la precipitación de acontecimientos que ha jalonado los últimos tiempos de la política española, incapaz de serenarse.
A mitad de mandato, pues, y contra todo pronóstico, se ha producido un vuelco en la gobernabilidad del país, al acceder los socialistas al sillón de mando mediante la primera moción de censura que consigue su objetivo, sin que nadie se lo esperara, ni siquiera los mismos socialistas. Pedro Sánchez, un tenaz político que se ha fajado contra sus propios compañeros de fila que lo denostaban y contra un Gobierno al que le juró que “no es no”, conseguía no sólo recuperar la secretaría general del PSOE sino la presidencia del Gobierno, por esas carambolas que el destino concede a los esforzados y testaduros inasequibles al desaliento.
Ese líder joven y ambicioso, al que todos consideraban temporal en un PSOE en sus horas más bajas, ha constituido el Gobierno más feminista de Europa, el más preparado de España y el más inestable de la democracia por disponer, en principio, de sólo 84 diputados socialistas en un Parlamento de 350 escaños. Supo aprovechar, empero, la oportunidad del rechazo unánime que provocaba el PP de la corrupción para descabalgarlo del Gobierno, tomándole la delantera a Ciudadanos, el partido que pretende liderar la derecha española y que apostaba por convocar nuevas elecciones. Ahora Sánchez deberá retener los apoyos que le brindaron la izquierda y los nacionalistas del Congreso de los Diputados para insuflar la ilusión que los ciudadanos habían perdido en la política y en la honestidad de su ejercicio.
Como vemos, estos seis meses de vorágine política han sido apabullantes en acontecimientos en España. Tantos que se ha podido presenciar cosas nunca vistas anteriormente, como que el Partido Popular se embarcase en un proceso de primarias para elegir al sucesor de Rajoy al frente de la formación, al que han concurrido hasta siete candidatos. Y que un miembro de la Familia Real ingrese en prisión, también por corrupción, dejando a una infanta triste y compungida y sin hablarse con su hermano, el rey. Por ello, y como esto siga así, nos veremos obligados a exclamar aquello: "¡Cosas veredes, amigo Sancho!"