Un simposio de España contra Galicia

Publicado el 11 diciembre 2013 por Vigilis @vigilis
En el diario digital de propaganda del ex-grupo terrorista UPG —hoy partido político marxista-leninista y nacionalista, que controla al BNG— escribe un profesor de historia sobre las mentiras de la historia de España. Estas mentiras ocultan una verdad y la verdad para esta gente está relacionada con su narrativa. Nada que objetar, se está en política para poder escribir la historia y describir el mundo.

La Unión do Povo (sic) Galego

Me parece bien que la gente haga sus ucronías y que tenga teorías muy locas sobre los sucesos del pasado. Tan solo una correlación de fuerzas en su contra les impide que esa sea la historia oficial. Ahora, lo que no me parece tan bien son las quejas en los demás sobre las cosas que hacen ellos. Lo de la paja en el ojo ajeno que dice cierto libro.
Así el profesor Calo se queja de que en el XIX aparece una historia de España que pasa a ser impartida en las escuelas y por tanto llena de mitos y fantasías el imaginario común. Muy optimista veo al profesor sobre la efectividad de la escuela en el XIX. Por mucho que insistan él y otros en la acción nacionalizadora de las primeras leyes educativas modernas, en la escuela rural a caballo del siglo XX apenas se aprendía a responder en Misa y a firmar tu nombre. Esa visión totalizadora de la historia es por tanto una aproximación incorrecta (y como veis ni me he metido en el contenido).
Por ejemplo —ahora que estoy leyendo a Robert Service lo tengo fresco— cuando los bolcheviques entran en el Kremlin, eran cuatro y el de la porra. Ni masas enfervorizadas ni arrojo revolucionario. Eran un grupo de colegas que se encuentran las caballerizas imperiales con caballos enfermos o muertos, con docenas de empleados del Zar pidiéndoles de comer a sus nuevos jefes. Estos revolucionarios determinaron la nomenklatura porque no se podían fiar de nadie que no fuera de los suyos, hasta el punto de que sus emparejamientos son con familiares de camaradas. En el transcurso de la guerra civil no les quedó otra que volver a poner en nómina a oficiales zaristas. Preocupados por posibles puñaladas en la espalda —los bolcheviques establecieron el gobierno en el Kremlin porque era una fortaleza: no podían caminar por Moscú sin temor a un atentado— establecen el sistema de lealtad-recompensa para ganarse la lealtad de los funcionarios. La épica que nos cuenta Eisenstein y la historiografía soviética es muy distinta.
Ahora es cuando entro al contenido.

Siglo X: el soviet de Carballo defendiéndose de la españolización. O algo.

El profesor se queja de la frase "España es la nación más antigua de Europa" y sobre este hombre de paja construye su relato diciendo que él tratará datos objetivos y no meras interpretaciones. Hay un problema fundamental en esta propuesta y es que, sin ir más lejos, España, nación y Europa son palabras sujetas a interpretación. Su supuesto "dato objetivo" no sólo es imposible sino que se trata de una interpretación más. Esto es como cuando uno confiesa una verdad ante el juez pero dice la verdad que le conviene.
Entre las personales interpretaciones partidistas del profesor Calo hay insertas una serie de "matices dialécticos" que ayudan a evidenciar que no estamos ante un texto sobre historia, sino ante un panfleto político. Por ejemplo, cuando compara el "expansionismo romano" con el estadounidense (!) en Oriente Medio dice «chamarlle Oriente Medio é concordar cos norteamericanos en que nós somos o seu Oriente Próximo, e a nación galega nin é noroeste nin oriente de ninguén». Profesor, créeme, si estás en Boston, Galicia es tu oriente. Si estás en Madrid, Galicia es tu noroeste. Se llama geografía pero no soy tan inocente para limitarme a la interpretación geográfica de esta queja. Tras cada palabra, tras cada afirmación, hay una voluntad política.

Isabel I de Castilla.

La primera queja concreta que encuentro buceando en este doctrinario político es sobre Viriato. Viriato era lusitano, dice el profesor, héroe portugués y no español. Los españoles no podemos honrar a Viriato (se deduce que los lusos sí pueden). El caso es que el profesor no desconocerá que a la península se le llamaba Hispania, como tampoco desconocerá que nuestros tan próximos como desconocidos amigos portugueses llaman a nuestra guerra de la independencia "Guerra peninsular". Con estas etiquetas tenemos que seguir adelante (la duda de por qué sí pueden ponerle una estatua a Viriato en Portugal pero no en España, la obviamos).
Segunda queja: en Numancia no se suicidaron todos porque Escipión llevó esclavos numantinos a Roma. Ajá, gran detalle que para el profesor le quita importancia a uno de los sitios más famosos de la historia antigua. Y sin embargo, se pregunta el profesor, ¿cómo es posible que cuando Décimo Junio Bruto arrasa "un castro" (¿cuál?) eso no sea relevante? Similar comparación hace entre María Pita —la heroína coruñesa que inundó de valor a mis paisanos para darles hasta en el carné de identidad a Drake y sus malvados— y Agustina de Aragón —quien repite 200 años después la hazaña de mi paisana, esta vez contra el gabacho—, se "silencia" la gesta de María Pita (ejem) y se subraya la de Agustina de Aragón, pero aquí su "Castilla frente a la periferia" ya tiene que incluir a Aragón. Un poco pillado por los pelos, ¿no?

La normalización lingüística en la India sí que es un reto.

Tercera queja: "España" y "español" son nombres provenzales. A los cristianos del norte los musulmanes les llamaban "gallegos". Cierto. El caso es que el nombre de Galicia no existiría como hoy lo conocemos sin la acción de la administración pública romana. Los romanos eligieron el nombre de una tribu cuando podían haber elegido otro. El profesor da a entender la preexistencia de Galicia frente a la invención foránea de España (Hispania, que a su vez viene de un étimo preexistente). Pero esta preexistencia —etimológica— no resta importancia a la decisión administrativa romana que bien pudo llamar a Galicia Artabria. Hay un célebre restaurante en Coruña que se llama Artabria. Y un tanatorio. De hecho, hay un montón de tanatorios por aquí.
Como decía, los musulmanes llamaban "gallegos" a los cristianos del norte de la península. Este fenómeno lo vemos reproducido constantemente en la historia: a los españoles les llaman "catalanes" en la Roma del siglo XV. Incluso hoy llamamos chinos a los japoneses y americanos a los estadounidenses.

En un tímido arrebato de sinceridad, el profesor Calo cita a Américo Castro para decir que Trajano no puede ser llamado español porque España no existía y a continuación menciona que «entre nós temos tamén moitos pangaleguistas retrospectivos que consideran galegos aos habitantes dos castros ou aos suevos», pero lamentablemente de eso no trata este panfleto ya que inmediatamente añade: «pero agora ando a escribir sobre historia de España». Cachis en la mar salada. Por un momento esto parecía ponerse interesante. ¿Como era aquello de la paja en el ojo ajeno?
Y llega el momento de la Reconquista. Para desmitificar este relato el profesor pone la fábrica de hombres de paja a funcionar a toda pastilla. El profesor Calo sitúa a Sánchez-Albornoz y Menéndez Pidal como ejemplos de la mentira histórica (ojo, "mentira", no "interpretación") y nos cuenta que en España el relato de la Reconquista comienza en Asturias, lo hereda León, pasa a Castilla y los RR.CC. lo terminan con la toma de Granada. Sorprenderá este simplificado hombre de paja a cualquier lector de historia. Aquí nuestro soviético amigo cuenta una cosa que tiene poco que ver con los "estudios históricos españoles" —si tal cosa existe— ni con la miríada de locas teorías que la gente libremente publica. Pretende que pase por "manipulación" histórica el mito fundacional de la Reconquista o, sin ir tan lejos, la legítima interpretación de la Reconquista como un proceso que culmina con una unión peninsular de la que se jactaba Leovigildo (recuerden el "rex hispanorum").

¿Ahora qué?

Es el propio profesor Calo quien sitúa a Galicia en una "posición geográfica marginal" en el siglo X. Si no tuviese el salvoconducto de la UPG, la UPG podría denominar tal afirmación como propia del auto-odio que con tanto empeño se afanan en atribuir a los gallegos que no somos ni comunistas ni independentistas. Hasta la toma de Sevilla en el siglo XIII no se puede hablar taxativamente de un cambio geográfico del centro de poder. Sobre a partir del XI será Galicia el lugar que más recursos y población aporta a la cristiandad hispana. No es casualidad que en esa plena Edad Media el gallego-portugués sea lengua culta. Bien se cuidan algunos de separar la historia del gallego-portugués de la historia de los reinos de León y Castilla, como si tales conceptos fueran independientes.
El problema de este profesor para tratar de hacer pasar su doctrina como "verdad objetiva" es el abuso de los hombres de paja, como dije antes. Describe la Reconquista no como el enfrentamiento entre cristianos y musulmanes para alcanzar la unidad peninsular sino como un periodo de convivencia y mezcla armónica. Que nadie hoy defienda que la Reconquista solamente enfrentó a musulmanes y cristianos sin atender a cambiantes alianzas y mezclas de bandos —oportunamente tampoco menciona a mozárabes ni sefardíes—, es algo que a nuestro profesor le da igual. Lo sabe, pero le da igual. Si vuelcas una doctrina política en un relato histórico, no puedes pararte en los detalles.
Espero con ansia que continúe la serie histórica.
Coda
Lo guapo de leer estas cosas en esta clase de pasquines comunistas es que siempre hay alguien que va más allá. En los comentarios a esta doctrina política del profesor Calo hay gente que reniega del sintagma "cultura castrexa" por el preferible "cultura celta galaica". Nunca dejarán de sorprendernos, siempre están en la vanguardia. La destrucción es una cosa hermosa, no cabe duda.
La ciudad de Ferrol es una imposición españolista malvada: