Lo tengo decidido, llevaré mi sombrero allá dónde vaya, hasta que se convierta en otra extremidad de mi cuerpo o de mi espíritu. Un sombrero para mirar de soslayo y por debajo del ala las cosas que no me gustan, un sombrero con el que en ocasiones pueda ocultar mi rostro ante la iniquidad del mundo y la inquisición de mis pecados.
Un sombrero para llevarlo ladeado con infinita arrogancia.
Un sombrero diseñado por algún Sombrerero loco.
Un sombrero que sea el acto invisible de un poeta.
Un sombrero que poder lanzar al aire en los días de júbilo, en el que depositar las monedas que el Clochard pide por sus versos, en el que guardar poemas secretos y mapas del tesoro. Un sombrero para nunca olvidarlo sobre tu cama, un sombrero con el que caminar bajo la lluvia por las calles gastadas de ciudades jamás nombradas, un sombrero que recoger del suelo y desempolvar tras mis continuas caídas y eternas alzadas.