Guy De La Roche era un hombre enamorado. De los coches caros y exclusivos, y de Simone, su amante francesa. El hecho de que fuera también un hombre inmensamente rico, gracias a los cosméticos, hizo posible que combinara ambas pasiones para crear algo único. Encargó a su secretario personal un regalo muy especial para Simone, un coche único. Asi que el Secretario se puso a ello. Por cierto, estamos en la decada de los 30, años previos a la Segunda Guerra Mundial. Tiempos dorados para el sector de los automóviles de lujo. Y dentro de esos fabricantes, los hermanos Duesenberg, que viven y trabajan primero en Iowa y luego en Indiana, pero que en realidad son alemanes, son los más apreciados del momento, con permiso de los Hispano-Suiza. Suyos son los modelos que pueblan las películas de gangsters que hacen furor entre los norteamericanos, los famosos “Duesy”, y los que portan el motor que bate records en el cercano y mítico circuito de Indianápolis, los Straight-Eight.
Y es un modelo de los Duesenberg el que elige el Secretario como base para el regalo que De La Roche pretende único. Sobre el chasis de un Duesenberg J, encarga a unos carroceros norteamericanos, Emmett-Armand Coachworks, la realización del sueño. Y eso es lo hacen, un coche para soñar. Unas formas que aun en la actualidad provocarían envidia, con unos acabados dignos del lujo de la época y los mayores avances que se pudieran conseguir. Le llamaron Duesenberg Coupé Simone (como no). Y era tan bello como unico. Quizás lo que pensaba Guy de su amada Simone.
Pero ya sabemos que el amor discurre por carreteras diferentes que las deseadas. Y he aqui que la bella Simone prefiere al Secretario que al millonario, y que este le corresponde. De lo cual se entera nuestro amigo De La Roche en París, justo cuando el coche va a ser presentado en 1939. Y mientras Simone y el secretario cogen las de Villadiego, el millonario estafado coge el coche, pero no lo paga, tal vez para no parecer demasiado ridículo a los ojos de sus amigos de chaqué. Pero los carroceros, aun con amigos menos interesantes, tampoco quieren pagar el pato del amor despechado, y logran recuperar su obra de arte. El caso es que al final, con tanto amor y traqueteo, y teniendo en cuenta que un tal Adolfo (jeje) iniciaba su particular aventura contra el mundo, el Simone Coupé desaparece de la historia para no volver a ser visto jamás de los jamases.
Aunque eso sólo es una forma de verlo, porque años más tarde se encuentran los planos originales del coche en un granero, y una casa de miniaturas, Franklin Mint, lo reproduce a escala. Puede que ya no fuera el mismo sueño, pero algo es algo. Son las fotos de esa miniatura las que podéis apreciar en el post. Tiene forma de sueño y lo fué. Y eso es algo más de los que muchas personas podrían decir, aunque el sueño quepa ahora en la palma de la mano.
Las fotos, del flickr de Bhampton1963. Más información sobre el modelo en “Automóviles fuera de lo común“. Y sobre la empresa Duesenberg en Autopasión.