Un sueño premonitorio, un micro sobre la lógica de la razón y la razón de los sueños, aparentemente contrapuestos, pero ¿quién sabe?
Samuel había tenido una pesadilla truculenta que le destempló el ánimo. Tenía con frecuencia sueños premonitorios y extraños en los que creía con una ingenuidad impropia en un hombre como él; los analizaba y trataba de encontrarles un significado, incluso se leyó un librito que cayó en sus manos sobre el significado de los sueños. En él aprendió que el agua es señal de abundancia y que los buitres traen siempre una advertencia, que los sueños dependen de la fase de la luna y de la estación del año, del estado de salud y hasta de lo que se haya comido. Aquella madrugada había soñado que era un niño y estaba llorando en el piso, desnudo, en la casa donde había nacido, al pie de la escalera que conducía al doblado. Quería subir por ella para alcanzar el tarro de la miel pero un animal horrible, parecido a un reptil y agazapado en uno de los peldaños, se lo impedía y él temblaba de miedo y llamaba a gritos a su madre para que lo espantase. Mientras se bebía el café, Samuel le estuvo dando vueltas al sueño: la escalera simbolizaba a la vida, se decía, eso estaba claro, y el animal que le cerraba el paso encarnaba un peligro; ¿pero cuál?