El tres de junio de 1929, Kitani Minoru iba a tener uno de los encuentros más importantes de su vida. Y nosotros, todavía, podemos aprender mucho de él
El Go es un juego extraño en el que te sientas frente a un desconocido para librar una batalla agotadora y cuanto más sofisticado, sutil y sorprendente sea, es decir cuanto menos opciones de ganar te deje, más admirable te resulta. Tradicionalmente, cuando una partida acaba, los jugadores se agradecen mutuamente la oportunidad de haber aprendido. Y creedme que cuando ha habido buen juego, especialmente cuando uno de los dos ha ensayado una estrategia original, el agradecimiento de ambos es sincero.
Los que hayáis leído " El maestro de Go" del Nobel Yasunari Kawabata, recordaréis al joven maestro innovador cuya casa nos pinta llena de niños y jóvenes discípulos. En la vida real se llamaba Kitani Minoru y casi una década antes, el tres de junio de 1929 iba a tener uno de los encuentros más importantes de su vida.
Ese día jugó su primera partida contra un joven estudiante chino, Wu Qingyuan, que llegaría a ser su mejor amigo y compañero de aventuras intelectuales sobre el tablero. Wu era entonces un chico tímido y todavía desconocido en Japón del que pocos podían imaginar que llegaría a ser llamado Go Seigen, el espíritu del Go.
El riesgo no solo estaba en el movimiento en si. Minoru sabía que había sido jugado unos meses antes por su maestro, tal vez incluso conocía viejos juegos de la época Edo que podrían servir de remoto origen histórico. Go Seigen contó después que algunos maestros chinos, desconocidos en Japón, habían experimentado con este tipo de salidas. La cuestión es que en 1929 una salida así hubiera sido considerada por la mayoría de los maestros japoneses como un insulto y hubieran abandonado el goban dejando en una situación vergonzante a su rival.
La posición central del tablero, en japonés se llama tengen ("el origen de los cielos") y no solo es importante en el juego, es simbólicamente muy potente. En la tradición taoista las 361 posiciones del tablero de Go representan el tiempo (el calendario lunar tiene 361 días), las nueve posiciones que separan los laterales y esquinas del centro simbolizan a los nueve astros visibles y el punto central el orden de las cosas. Empezar ocupándolo, todavía hoy para los jugadores de nivel medio, se considera soberbio, casi como regalar un movimiento al contrario con tal de mostrarse el dueño del juego en la primera jugada.
Pero Go Seigen era un hacker. En ese momento estaba estudiando las distintas estrategias de juego como metáfora de las diferencias entre Confucio y Lao Tse. Mientras Confucio recomendaba empezar lo grande por lo pequeño, que en el juego equivaldría a hacer las aperturas por las esquinas como es todavía lo habitual, Lao Tse prescribía arrancar en el origen. Y el origen del tablero en la tradición taoista es la posición central.
Go Seigen cuenta que le preguntó a su madre el día anterior si Minoru no se molestaría por algo así y que su madre le contestó: "no, él ama el juego por encima de esas cosas".
Moraleja 1: el verdadero respeto no se ve en la primera jugada
No podemos saber si Go Seigen jugó en espejo porque quiso compensar el posible resquemor de Minoru por su salida en tengen o llevado tan solo por su pasión experimentadora. Lo que es cierto es que seguramente fue la partida más conservadora de su vida. Y conservador no es un adjetivo bonito en un juego donde la iniciativa, el sente, lo es todo y el perder el turno respondiendo al contario, el gote, es sinónimo de desastre.
Cabe pensar que Minoru, un apasionado del juego, a quien Kabawata describió diez años después como "un hombre de treinta años que era un cautivo del Go pero no todavía su víctima", se sintiera honrado. Desde luego tras esa partida nació una complicidad y un reconocimiento mutuo que duraría hasta su muerte en 1975.
Moraleja 2: siempre eres tú el que marca la diferencia
Imagínate en la cabeza de Minoru tras el movimiento 62. Tu rival replica miméticamente tus movimientos. El diálogo que es toda partida de Go parece haber sido sustituido por el mero eco de tus propias jugadas. La sensación de soledad, de vacío, de vértigo, te eleva el pulso y sientes que andas sobre hielo, tu intuición sirve de poco en ese falso diálogo contigo mismo, en esta conversación con el espejo. El tablero está ya muy ocupado. De repente el otro jugador rompe la serie y hace un movimiento propio. Hace rato que te diste cuenta de lo que pretendía: enfrentarte a ti mismo hasta que cometieras un error. Y parece juzgar que este último movimiento lo ha sido. A ti no te lo parece, pero ¿no estás jugando de alguna manera contra ti mismo?
Pero Minoru, en realidad siempre juega contra si mismo, así que no duda, no se quiebra y mantiene el pulso. La respuesta de Go Seigen en el movimiento 115 equivale a un reconocimiento de superioridad que se consolidará a lo largo de las jugadas restantes. Te has mirado en el espejo y te has aguantado la mirada, has roto el espejo y encontrado los ojos de tu rival al otro lado. Pero sabes que has ganado porque te comprendías mejor a ti mismo que tu sorprendente y mimético contrario.
Moraleja 3: ningún camino es abierto sin consecuencias
No se limitaba a copiar las jugadas del contrario, de hecho dedicaba más tiempo que sus oponentes a pensarlas y a menudo agotaba su tiempo máximo de jugada en la fase media del juego
Y aun hoy, aunque el manego sigue apareciendo a veces en los grandes torneos, sigue sin haber un consenso sobre sus resultados. De hecho, sigue sin haber una heurística que permita enseñar o predecir cuándo el jugador que está replicando los movimientos del otro debe romper la serie de jugadas simétricas. El manego sigue siendo un misterio aparentemente irresoluble. Tal vez, simplemente, espera por ti.