El hombre nació para vivir en comunidad. A la mayoría, la soledad lo irrita. Ellos hacen lo imposible para no pasar la mayor parte de su vida acompañado por sus sombras. Varias canciones hablan del tema. Algún artista decretó que “la soledad, desespera”.
En el “Libertadores de América”, Mariano Pavone corre. Se lo ve aislado, pero tranquilo. A diferencia de Gustavo Cordera, estar solo no lo exaspera. Las pelotas le llegan sucias: el pelotazo es el recurso que aplica el resto del equipo para comunicarse con el “7”. No cuenta con ocasiones claras de gol ni con un cabeceador en el área a quién tirarle centros cuando se mueve a las bandas. Erik Lamela y Manuel Lanzini, dos jóvenes que están haciendo sus primeros pasos en Primera División, son los únicos que lo acompañan en la odisea de llegar al arco rival.
Independiente es testigo de la dura vida del “Tanque” en River; durante todo el partido, el goleador corre a todos. No está fino a la hora de definir. Pero no se impacienta, sigue intentando hasta que obtiene su premio. Sólo, como durante casi toda su estadía en el conjunto de Núñez, Pavone persigue una pelota mal jugada por el local. Acelera al ver el cabezazo fallido de Eduardo Tuzzio y, como quién se saca una mosca de encima, se libera de la marca de Carlos Matheu. Finalmente llega a la tierra prometida: el mano a mano con Hilario Navarro. Ahí insiste: la pelota parece dormida en los guantes del arquero del “Rojo”. Pero a él no le importa. Persevera. Y triunfa: el balón queda en sus pies y él simplemente tiene que empujarlo. Sólo, corre hacia el banderín para festejar. Sus compañeros lo persiguen, lo alcanzan, lo abrazan y, todos juntos, saborean la victoria. Un 1 a 0 clave, que le permite a su equipo alcanzar la punta del campeonato.
Mariano atiende el llamado urgente de River. No se queja ni rezonga. Aplaude a sus compañeros cuando las pelotas no le llegan como a él le gustaría. A veces debe resolver a 25 metros del arco, otras perseguir a los defensores para quitarles el balón. La gente valora su esfuerzo. Entiende que ser él no es fácil. Por eso lo ovaciona, lo corea. Al parecer, al “Tanque” se le abrió el arco.
Quizás sea el momento para que a ésta versión sacrificada de Pavone lo visite aquel delantero que rompió redes en Estudiantes.