Célebre frase utilizada en un sinfín de oportunidades, más cerca del consuelo que de la verdad. En términos de la Tana Ferro, sería un optimismo en exceso.
Mientras cortaba mi rutina en rollers, llegaba al final de mi meta del día: 14 kms.
En la vuelta final del circuito del Rosedal, orgullosa de haber alcanzado, incluso superado, mi objetivo de la fecha, circulaba vanagloriándome de mi estado, de no haber tocado el piso ni de cerca, de haber esquivado todo tipo de obstáculos de los que está provisto el circuito. Lease: niños aprendiendo a andar en bici cruzándose, rollers aficionados que van a uno entorpeciendo el tránsito, gente caminando que para sin mirar atrás, skaters, animales, gente en silla de ruedas y un sinfín de oportunidades para el tropezón que minuto a minuto requieren de la destreza de uno para sortearlos, cosa que venía haciendo con mucha altura (y no hablo del metro 85 que tengo arriba de los rollers).
Doblando en una de las últimas curvas, aminoro la velocidad porque ya veía embotellamiento de gente circulando en la senda, aún así se veían un par de espacios libres por donde cruzaría elegantemente, y de ese razonamiento a los 30 seg subsiguientes se desenvolvió el siniestro.
Mientras intentaba cruzar, las señoras (que no caminaban, sino que domingueaban) montaron formación cual barrera de penal en minuto 44. De repente, impunemente, el instante siguiente me es confuso, pero en ese intento de sortear las señoras (que ya para ese segundo eran viejas de mierda) sobrevino la embestida, el tropezón y la inevitable caída. Acá me detengo porque sucedió algo que nadie entiende y yo tampoco. Mientras iba cayendo, o desparramándome pedazo a pedazo, impacta mi rodilla, mi codo, mi culo, y cuando ya creía que listo, tierra firme, no cae más nada… frutilla del postre: mi pera rebotanto (literalmente) contra el asfalto. CARTÓN LLENO! Mientras la gente se acercaba a amontonarse más (tenían la excusa y el espectáculo servido) lo primero que pasó por mi mente fue: ok, ¿cómo se arregla una mandíbula rota? ¿Se arregla? Lluvia de manos y las clásicas preguntas:
– ¿estás bien? ¿estás bien?
– ¿te lastimaste? ¿Te lastimaste?
Mientras querés hacerte polvito flu a lo Harry Potter y desaparecer, contestas:
– Si si estoy bien
Mientras para adentro pensás:
- No, no estoy bien. ¿No me viste hacerme mierda?
- Y si, obvio que me lastimé ¿o viste que había una colchoneta en vez de asfalto?
Buen traté de esquivar (una vez más) la gente, la preguntadera. Me levanté con ayuda de alguna de todas esas manos, hice dos pasos y me senté en el cordón para sacarme los rollers y ponerme las zapatillas lo más rápido posible. La rodilla se sentía, la pera dolía y era inminente la fase siguiente: lo amorfo. Caminé hasta un puestito para pedir hielo y me fui apurada a tomarme el tren.
En la estación, mientras todos me miraban, crecía mi intriga de lo que sería mi cara. Me acerco a una señora y le pregunto, sacándome el hielo de la pera: tengo muy hinchado? Me miró con gesto de dolor y me dijo: “te caíste!” (DIGAME ALGO NUEVO SEÑORA) y agrega: “Si, tenés bastante hinchado… ponete hielo en la nariz y la frente también que tenés colorado”. Cuando dijo nariz y frente sentí más pánico que cuando me caí, ¿¿¿como nariz y frente??? Sino me golpeé esa parte, ¿o si?
Ya dudé de todo y ahora no solo iba a tener que lidiar con una pera gigante y deforme sino con una nariz y frente colisionada. Traté de relajarme… me toque, no sentí nada ni en la nariz ni la frente, me intenté mirar con el reflejo del celular y no se veía nada raro así que lo di por sano.
Cuando entré al palier de mi edificio, el espejo gigante me esperaba y la sentencia final también. Ok no me caí, me hice bosta, mi pera era la de Ricardo Fort pero hecha a los golpes, con botox genérico y una paleta de colores del rojo al negro, pasando por violeta ovispo y bordó ciruela.
La postal siguiente fue mi cuerpo echado en el sillón, con bolsa de hielo en un codo, bolsa de hielo en la rodilla (que estaba cual pelota de tenis) y bolsa de hielo intentando batallar con Mr. Fort habitando mi pera.
Para los que a esta altura les intriga, afortunadamente (volvemos con el optimismo desmedido) no me rompí ningún hueso, no hubo corte pero soy la modelo perfecta para una campaña de violencia de género.
Reflexiones:
-Nunca subestimes a una vieja domingueando por la senda.
-Un tropezón no solo puede ser caída sino rebote de pera.
-Unos minutos atrás del siniestro había decidido que no necesitaba rodilleras, coderas y todas esas ‘fantochadas’. En este momento estoy mirando en mercado libre el combo ‘fantochada’ más completo posible y si viene con sensor anti vieja de mierda mejor.