Nuestra galaxia contiene cientos de miles de millones de estrellas. Y el universo observable desde nuestra posición incluye unos cuatrocientos mil millones de galaxias. Cifras realmente inconcebibles, que nos hablan de lo pequeños que somos y del enorme misterio que nos envuelve. A científicos como Carl Sagan, toda esta realidad, distando mucho del sentimiento religioso irracional, les provocaba reverencia. Toda la materia proviene de un mismo punto, de un mismo instante. Y eso tiene también que ver con nuestra propia composición:
"Uno de los hechos más poéticos de los que tengo constancia, al respecto del universo, es que, en lo esencial, todos los átomos de nuestro cuerpo estuvieron antes en una estrella que explotó. Más aún: los átomos de su mano izquierda y su mano derecha, probablemente, procedían de estrellas distintas. Todos somos, literalmente, hijos de las estrellas; nuestros cuerpos están hechos de polvo de estrella."
Lo más curioso de todo es que cuanto más se investiga en torno al Universo, surgen más preguntas que respuestas. Estamos bastante seguros de su edad, unos trece mil millones de años y de que surgió a partir de una gran explosión. Pero nuevas pruebas empiezan a evidenciar algo absolutamente fascinante: es muy posible que toda la materia existente provenga de la nada más profunda, es decir, del espacio más vacío. Y puede que dentro de algunos cientos de miles de millones de años la expansión del cosmos se contraiga y vuelva a la nada originaria.
Además, existe otro misterio que posiblemente se resolverá a más corto plazo: el de la energía oscura, que de algún modo contrarresta la fuerza de la gravedad y consigue que el Universo esté en expansión. Otra pregunta (la que intenta contestar el magnífico ensayo de Brian Greene, La realidad oculta) es si este es el único Universo existente o si es uno entre infinitos, con reglas físicas variables, aunque no podamos acceder a ellos. Muchas de estas preguntas pueden resolverse con el estudio de las partículas más pequeñas que conforman la materia. Pero seguro que de cualquier respuesta surgirán otras tantas preguntas nuevas.
Ante todo esto, es posible, a pesar de tal cantidad de galaxias, que seamos los únicos seres capaces de plantearse esas preguntas. Esto es atormentador y fascinante al mismo tiempo, entre otras cosas porque es posible que los seres humanos del futuro (un futuro lejano) no tengan acceso a nuestra visión del Universo, puesto que para entonces el resto de galaxia estarán tan alejadas de la nuestra que no podrán observarse.
Para Lawrence Kraus, como podía ser de otra manera, la única manera de buscar respuestas está en la ciencia, una disciplina que debe probar sus postulados y que los somete constantemente a nuevas revisiones. Y estas conclusiones pueden que nos gusten más o menos, pero prueban algo: que el Universo es indiferente a nuestra existencia, pero a la vez pone a nuestra disposición sus misterios para que los vayamos desentrañando poco a poco:
"Si deseamos extraer conclusiones filosóficas sobre nuestra propia existencia, nuestra significación y la del propio universo, nuestras conclusiones tienen que basarse en conocimiento empírico. Una mente verdaderamente abierta supone obligar a nuestra imaginación a que se adecúe a la realidad demostrada, y no viceversa, tanto si nos gusta lo que ello implica como si no."