Las puertas del verano cogen a unos ayuntamientos y algunas comunidades autónomas sin apenas cumplir los 100 días que se conceden a los gobernantes para que aterricen en el cargo y tomen el pulso de la situación a la que deben hacer frente con las bonitas promesas con las que aseguraron poder resolver cualquier problema. Y, naturalmente, nada más llegar no van a empezar haciendo lo mismo que la “casta” e irse de vacaciones… Tendrán que lidiar en verano con la falta de recursos, paralizar desahucios, ofrecer servicios y prestaciones a los ciudadanos y demostrar que, efectivamente, otra política es posible sin necesidad de exprimir con impuestos a los vecinos, no caer en sectarismos y evitando “profesionalizarse” en el ejercicio del servicio público vía sueldos escalofriantes, coche oficial, escolta y demás milongas.
Por lo pronto, el auto de imputación del Supremo ha dado la razón a las formaciones emergentes que exigían sus dimisiones antes de consentir cualquier pacto de investidura o de gobierno allí donde tales apoyos eran necesarios. Y tener razón de una parte es restársela a la otra, justo al arranque de una legislatura sin mayorías absolutas y dependiente de acuerdos puntuales que hagan viable cualquier iniciativa, entre otras, los proyectos de ley de presupuestos. Ello augura más enfrentamientos a varias bandas y con el sudor resbalando por la frente. Y, eso, en los partidos “ganadores” de las últimas elecciones, que si hablamos del “perdedor”…
Por todo ello, el verano se presenta de aúpa para unos y otros, sin tiempo para el descanso. Y aunque faltan ingredientes perturbadores en este escenario (conflictividad laboral y resistencias para disminuir las cifras del paro, inestabilidad en los mercados a causa de Grecia, nuevas reformas que agudizan la austeridad de las cuentas públicas –ya se habla de abaratar las pensiones y ampliar el periodo de cálculo-, encarecimiento de la factura del petróleo tras la bonanza táctica de los últimos tiempos, ofensiva secesionista en Cataluña, etc.), las posibilidades para un verano relajante, que calme los ánimos, son realmente inexistentes. Sólo cabe esperar que las temperaturas, al menos, se compadezcan de nosotros en este verano infernal. Pero tal como ha comenzado la cosa, me parece que tampoco.