Un viaje por los Alpes, Parte 2: Dos pilotos jugando a las escondidas con las cumbres alpinas

Por Arielcassan

Hay quienes afirman que un auto sólo sirve para llevarte de un lado a otro. Simplemente una máquina, un complemento para hacerte la vida más fácil y que al ser un objeto material, no debería influir para nada en la felicidad de alguien.

A esas personas les diría: ¡Manejá por los Alpes y luego hablamos!

Conducir a través de caminos de montaña como esos, tomando constantemente curvas y contracurvas mientras se observan paisajes de locura, es sin duda un verdadero placer. Uno de esos gustos que no se dan todos los días y por eso se los debe aprovechar al máximo.

Aún cuando pensaba que en mi carrera automovilística nada podía igualar la experiencia de manejar el desafiante Circuito de Mónaco, la zigzagueante ruta alpina puso totalmente a prueba esa aseveración.

Menciono todo esto, ya que en que este post, el segundo y último del viaje por los Alpes, nos despediremos del Toyotita que tantas satisfacciones nos dió, y para colmo, no sería yo el único que lo maneje. Ya les contaré…

Lagos Alpinos. ¡No me digan que no es una belleza!

Tras visitar el imponente Cerro Matterhorn y el mágico pueblito de Zermatt junto a nuestro amigo desconocido, volvimos a la ruta principal que atraviesa Suiza en su corta pero considerable anchura, de este a oeste.

Encerrada en un amplio valle en medio de los Alpes, la carretera suiza número nueve probablemente no podrá ser considerada de las más pintorescas del país helvético, pero es de todos modos poseedora de fabulosas vistas que valen la pena conocer.

A su lado, corre paralelamente una autopista durante todo el trayecto. A diferencia de las autostradas italianas, aquí no hay peajes. Para poder conducir por las autopistas suizas se debe comprar un sticker (“Vignette”) y pegarlo en la parte trasera del vehículo.
Dicho sticker costaba 40 euros y nosotros no teníamos apuro, por lo que decidimos avanzar lentamente y poder disfrutar más de los paisajes que la ruta secundaria ofrecía.

El parabrisas del Toyotita parecía tener puesto un “fondo de pantalla” de las montañas alpinas, que nos acompañaron todo el recorrido y se perdían en la distancia.
Típicos pueblitos suizos, grandes extensiones con viñedos, lagos e impresionantes cascadas fueron excusas perfectas para hacer unas cuántas paradas en el viaje.

Cascadas por la ruta sur de Suiza


Si si, esa chiquita ahí es Jani!!


¡Una catarata de facha! jeje


Cascada en la ruta sur de Suiza

Llegamos por la tarde al Lago Ginebra, al oeste de Suiza.
No es un lago que se caracterice por su belleza. No al menos, comparado con el resto de los afamados y espectaculares lagos suizos. Pero lo que si vale la pena conocer, es algunas de las ciudades históricamente emplazadas en su extensa orilla.

Inicialmente hicimos dos paradas. La primera, en el Castillo de Chillón, que aunque ya estaba cerrado, la vista del mismo sobre el lago era realmente bonita, con torreones directamente en el agua y una carrera de parapentistas casualmente sobrevolando la zona.

Pasamos luego por la ciudad de Mointreaux, también en la costa del lago y con su reconocido casino, famoso por haber sido víctima de un incendio en 1971 durante un recital del gran Frank Zappa, y que inspiró a una banda que ensayaba en la otra orilla, Deep Purple, a componer su tema “Smoke on the Water” al ver el denso humo que cubrió el Lago Ginebra en dicho incidente.

La segunda parada fue en la ciudad de Lausana. Pequeña y simple, pero con una genial arquitectura, una hermosa catedral y lindas callecitas empedradas para caminar.

Castillo de Chillon, Lago Ginebra


Castillo de Chillon, Lago Ginebra


Callecitas de Lausana


Catedral de Lausana


Callecitas de Lausana

La noche la pasaríamos en una reconfortante estación de servicio cerca de nuestro siguiente destino. Este sería la visita principal del día siguiente, en el que nos despertaríamos temprano para arribar a la cosmopolita ciudad de Ginebra.

Célebre por albergar las sedes principales de la mayoría de las organizaciones sin fin de lucro (ONGs) mundialmente conocidas, es sin duda la ciudad de la paz por antonomasia.

Las Naciones Unidas (su sede europea), la Cruz Roja, la Organización Mundial de la Salud o el CERN (la mayor organización de investigación nuclear), son algunas de las entidades que tienen sus “headquarters” en esta ciudad.

Para sumar otras líneas a su curriculum pacifista, vale la pena recordarla como el lugar donde se firmaron múltiples tratados internacionales, como los que establecen los derechos de los prisioneros y heridos de guerra.

En la sede europea de las Naciones Unidas - Ginebra


La enfermera Jani frente a la OMS, ¿foto curriculum?


Sede Internacional de la Cruz Roja - Ginebra

La ciudad en sí no tiene demasiados puntos turísticos, excepto por un casco histórico también empedrado con una fabulosa basílica y numerosas librerías de esas antiguas que tanto me gustan, llenas de secretos pero desafortunadamente, mayormente en idioma francés.

Su atracción icono es quizás el Jet D’Eau, el chorro de agua más potente del mundo, lanzando unos 500 litros de agua por segundo a más de 140 metros de altura.

Casco histórico de Ginebra, Suiza


Casco histórico de Ginebra, Suiza


Hermosas decoraciones en la Catedral de Ginebra


Hermosas decoraciones en la Catedral de Ginebra


"Más para acá, más para allá, ahí, ahí, quedate quita" - "Chorro de Agua" de Ginebra


"Más para acá, más para allá, ahí, ahí, quedate quito" - "Chorro de Agua" de Ginebra


"Más para acá, más para allá, ahí, ahí, quedate quita" - "Chorro de Agua" de Ginebra


Ginebra de noche

Seguimos viaje en lo que sería el último día completo de la travesía en auto.
Tomamos la ruta de las Altas Cumbres Alpinas y un rato más tarde, llegamos al pueblo base del monte más alto de Europa: el afamado Mont Blanc.

Y aquí debo decir algo. Otra vez, alguien avisó que yo iba. Todo estaba planeado, lo sé perfectamente.
El clima en todo el viaje fue fabuloso, con un sol radiante que no dejó de torrarnos ni en un sólo momento.

Pero ese día, el día donde tomamos la ruta de los Grandes Alpes, fue el único día que llovió.
¿Y por qué mencionó esto? Una vez más, como casi todas las veces donde fui a ver montañas de ese estilo, la cima se mantuvo nublada evitándome la posibilidad de contemplarlas como merecen.

Como sea, desde la primera vez que fui a la Patagonia Argentina supe que mi corazón pertenecía más a las montañas que a las playas, y eso seguirá siendo así, aunque ellas insistan en jugar a las escondidas conmigo.

La Ruta de los Grandes Alpes, con un clima que jugaría en contra


El Mont Blanc, el más alto de Europa


Teóricamente ahí atrás está el Mont Blanc... Teóricamente!


Volcán Lanin (tapado) - Patagonia Argentina - Año 2008


Cerro Torre (tapado) - Patagonia Argentina - Año 2009


Cerro Fitz Roy (tapado) - Patagonia Argentina - Año 2009


Cerro Aconcagua (tapado) - Mendoza, Argentina - Año 2012

Chamonix, el pueblo en la base del Mont Blanc, es otro lugar fabuloso. De un aspecto similar al antes mencionado Zermatt pero ya nuevamente en territorio francés, se destaca por su arquitectura de montaña, con ese toque visual que las construcciones en madera saben dar, y sus numerosas casas de alquiler de equipo para la nieve, junto a las agencias que te ofrecen ascensos a precios irrisorios.

Nos dejamos perder por las zonas coledáneas a Chamonix para encontrarnos con un lugar de increíble belleza. El clima quizás no era el ideal, con constantes lluvias y una niebla interminable, pero quizás hasta ayudaba a darle ese toque de misticismo al pequeño lago transparente y rodeado de vegetación alpina que hayamos.

Tras cada diez metros que caminábamos por su orilla, los colores del agua iban cambiando. Distintas tonalidades de verdes y azules iban apareciendo, desdibujándose por las propias características del fondo, alternando entre algas, rocas y distintas profundidades.
Todo esto, con un fondo de película, con el Mont Blanc en un extremo, y otros tantos cerros menores rodeándolo, cada uno con su correspondiente glaciar.

Nuestro lago paradisíaco en Chamonix-Mont-Blanc


En nuestro lago paradisíaco en Chamonix-Mont-Blanc


Nuestro lago paradisíaco en Chamonix-Mont-Blanc


En nuestro lago paradisíaco en Chamonix-Mont-Blanc


En nuestro lago paradisíaco en Chamonix-Mont-Blanc

Tratamos de acercarnos a uno de estos glaciares en un trekking de corta extensión pero de lindos paisajes.

Con cataratas y arroyos caudalosos, puentes colgantes sobre estos, atrapados en una densa pero natural vegetación, el camino no llegaba hasta el glaciar propiamente dicho, pero te llenaba igualmente los ojos de bellísimos paisajes.

Caudalosos arroyos del Mont Blanc


Caudalosos arroyos del Mont Blanc


En serio, la foto no está trucada. ¡Lo juro!


Puentes colgantes, arroyos, montañas, pinos... y Jani!


En serio, la foto no está trucada. ¡Lo juro!


Glaciar del Mont Blanc


Glaciar del Mont Blanc

A la vuelta, le tenía preparada una sorpresa a mi compañera de viaje, Janire.
En una semana a bordo de nuestro bólido colorado, no nos faltó justamente tiempo para conversar. En uno de los tantos temas, le había preguntado si ella había manejado alguna vez, obteniendo un “no” como respuesta.

A mis 16 años, cuando yo estaba aprendiendo a conducir, recuerdo ir a un circuito de aprendizaje con mi padre. Un circuito simple pero con todo lo necesario, en medio de la nada y sin nada más que ver que las propias calles.

¿Se imaginan tener la primer experiencia de conducción sobre la ladera del Mont Blanc, el monte más alto de los Alpes, bajo un impresionante glaciar y con el ruido del agua de deshielo cayendo alrededor suyo?

Y así fue. Al volver al auto tras la caminata, la esperé sentado en el asiento del acompañante, en un pequeño llano que servía de estacionamiento sobre la misma montaña. Con cara de sorpresa pero aceptando el desafío, se sentó en el asiento izquierdo.

La nueva piloto del Toyotita. ¿Cómo creen que le fue?

El “experimento” fue un éxito rotundo. Muchas veces me han dicho que tengo facilidad para explicar y compartir las cosas que uno en los años fue adquiriendo, pero es un placer aún mayor cuando se tiene una “aprendiz” como ella.

Confiando en sus propias palabras, jamás había siquiera pasado los cambios de un auto. Sin embargo, cuando llegó el momento y los “pingos se tenían que ver en la cancha”, parecía como si ya tuviese un tiempo largo pisteando.

“Embrague, primera, jueguito, freno”, “Embrague, primera, jueguito, embrague, segunda, jueguito, freno”. La verdad es que a la hora, a lo sumo hora y media, el Toyotita no sólo no se paraba, sino que además no aceleraba de más, no hacía los típicos sacudones de las primeras veces ni nada parecido.

Aceptó con ganas a su nueva conductora, y si yo llegaba a cansarme de las furiosas subidas y las cerradas curvas de las rutas alpinas, podía tener un buen reemplazo al volante.

La nueva gran piloto del Toyotita. Un éxito rotundo.

Como mencioné, el lugar era sencillamente fantástico. Pero la noche estaba asomando y había que descender de los Alpes para poder entregar el Toyotita en tiempo y forma.

El Mont Blanc, sin embargo, es infranqueable. La única manera de llegar al otro lado es por un túnel de más de 11 km que las ingenierías francesa e italianas supieron cosechar.
Es también lamentablemente famoso por un accidente ocurrido en 1999 cuando un camión belga se incendió dentro del túnel y el fuego se propagó rápidamente, encendiendo el combustible de los demás vehículos cercanos, con un trágico saldo de 39 muertos.

Del otro lado, nuevamente en territorio italiano, iríamos perdiendo altura a través del Valle de Aosta, una vez más, con las cumbres alpinas custodiandonos por ambos lados y dándonos nuestros últimos paisajes de montaña.

Túnel del Mont Blanc: 11.6km bajo la montaña


Túnel del Mont Blanc: 10km bajo la montaña


El Mont Blanc (tapado) desde el lado italiano


El hermoso Valle de Aosta italiano

Sucio, cansado, casi jadeando por la falta de combustible y con la triste despersonalización que tuvimos que hacerle tras haberlo decorado por una semana bajo nuestro estilo, el fiel Toyotita fue devuelto a sus verdaderos dueños, en la agencia de alquiler.

Habíamos perdido a un importante integrante de la travesía, pero eso no significaba el final de la misma.
A Janire le quedaba aún una semana de vacaciones, y parece que las dos anteriores le gustaron, porque nuevamente se sumó a la Odisea para seguir dejando huellas juntos.

Volveríamos a Italia, hacia el corazón de la cultura renacentista y veneciana, pero eso ya quedará para el próximo post…

¡Saludos a todos!