Tras pedir de entrantes unas fantásticas yemas de corral con tocino ibérico a la brasa, y una deliciosa pasta fresca con ceps rellena de requesón con trufa, aproveché la ocasión para preguntar a la sumiller por un Riesling, y aceptando su sugerencia, disfrutamos de un vino más que interesante.
Uvas procedentes de viñedos situados en el Mosela medio, de una muy buena añada 2007, que tras un leve prensado neumático, pasan a depósitos de acero inoxidable, donde fermentan con levaduras indígenas, para una posterior crianza de unos 6 meses. El resultado, este St. Urbans-Hof Riesling 2007 (DO Mosel, blanco con crianza en depósito, 100% Riesling, St. Urbans-Hof). Un vino de un bonito amarillo pajizo con reflejos acerados, algo glicérico, que en nariz muestra esa nítida fragancia cítrica de la variedad, lima, quizá algo herbáceo, notas amieladas, algún soplo terroso, y mínimamente los recuerdos de hidrocarburos de la Riesling entrada en años. En boca es una delicia; el ataque estimula los bordes de la lengua con una acidez fantástica, dejando a su paso una frutosidad importante, y de nuevo ese recuerdo amielado, para terminar con un agradable punto de dulzor que hace sonreír. Muy buena persistencia.
Navegando por la web de la bodega, hay mucha información sobre vendimia, elaboración, historia y filosofía de trabajo; recomiendo una visita pausada.
Una bodega y unos vinos que habrá que empezar a conocer y a seguir, aunque, ojo, estos vinos enganchan.