¡Qué respeto me inspira mi amigo violinista desconocido! No ve, pero
escucha el permanente ruido de la bullanguera Lima. Se ahorra
contemplar la fealdad de tantos edificios pintarrajeados, sucios,
horrorosos por el descuido de la Administración y de transeúntes
inescrupulosos Una vez, me emocionó el artículo dedicado por Lourdes
Gómez en "Correo Mariano" y me acerqué a él y se lo leí, se lo
comenté, le agradecí. Noté que se conmovió, me agradeció.
Hoy he vuelto a contemplarlo como recién llegado al Perú, en 1992.
Sobre la enorme pared de la portada lateral externa de la iglesia del
Gran Padre San Agustín, del centro de Lima, frente al histórico
Instituto Riva Agüero, a un costado de la portada renacentista más
antigua y mejor conservada del Perú.
Abrazado a su violín, intentando arrancar las mejores notas de eterna
paz para los apurados trotacalles limeños que ni siquiera adivinan sus
lamentos.
Ciertamente, tampoco yo pude detenerme, sólo pude sacar mi cámara y
captar esta imagen que considero un regalo del Señor que aquí y ahora
vuelve a encarnarse al compás de la invalorable melodía del viejo y
destartalado violín. ¡Gracias! Volveré a escucharte y apoyarte con mi
aliento y con un merecido donativo.