Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
La crisis avanza, con ella la incertidumbre y la ambigüedad, generando un torbellino político donde la confusión es lo predominante. El desconcierto produce un vacío que tiende a ser ocupado por opciones emergentes, la disputa recrudece. La situación requiere definiciones. Veamos.
Rápidamente, van apareciendo corrientes. Los oligarcas están divididos en dos campos muy claros: uno golpista buscando salida rápida, y el otro, con más templanza, busca humillar a la Revolución con una derrota en el terreno de la legalidad burguesa. Las dos corrientes no tienen problemas en acordarse cuando el éxito toque la puerta de alguna de ellas.
En el campo de la Revolución el paisaje es más complejo. El gobierno, dominado por una fuerte corriente socialdemócrata, cada momento pierde la vergüenza y se perfila más como capitalista, altos voceros proclaman su capitalismo sólo cubierto con una inservible hojita de parra. El economicismo, el reivindicativismo, surge con fuerza en el campo sindical produciendo alejamiento del reto histórico de la clase obrera y profundizando las protestas sin contenido político, el contrato mezquino sustituye a la meta superior.
La pequeña burguesía interna y los dirigentes obreros economicistas se reagrupan alrededor de posiciones que crecen, se hacen fuertes, en la ambigüedad y la impotencia de las acciones de un gobierno empantanado en la indefinición, que se muestra socialista en el discurso y capitalista en la práctica, lo que produce una debilidad que cada minuto aumenta. La pequeña burguesía interna denuncia las fallas del gobierno, sus contradicciones, y como respuesta propone una suerte de anarcopopulismo que sólo en apariencia es revolucionario, pero en definitiva conspira contra el Socialismo.
Nosotros nos desligamos de estas posiciones. Creemos que el camino del gobierno es errado, y creemos que el camino del anarcopopulismo, del reivindicativismo es también errado. Esta conducta abre la puerta al fascismo, no señala vía hacia el futuro socialista, al contrario, propone una suerte de tremendismo que no va más allá de la denuncia y de la ilusión.
¿Cuál es nuestra posición?
Para nosotros la posición revolucionaria, en estas circunstancias, es de apoyo al Presidente Maduro ligado con apoyo al Socialismo. Creemos en las consignas: “Maduro y Socialismo es el legado de Chávez” y “Maduro sin Socialismo no es Chávez”. Defendemos al gobierno del Presidente Maduro de la única manera que esto es posible, con la crítica dura y llamando a la rectificación del rumbo, a dejar el campo reformista y tomar el rumbo hacia el Socialismo, que se construye sin pactos con la burguesía. Proponemos el Socialismo verdadero, el del Plan de la Patria, el de Chávez, el original, el que nos ordena ir contra la lógica del capital, al punto de no retorno.
Defendemos al Presidente Maduro y, al hacerlo, defendemos también el mandato de Chávez, su espíritu revolucionario. La fuerza que de allí emana es la fuerza de este gobierno, apartarse de ese camino es caer en las miasmas del fascismo o en las arenas movedizas del anarcopopulismo.
Creemos que el tiempo para la rectificación se agota, cada día la masa pierde más la fuerza de la conciencia revolucionaria, de la conciencia del deber social y es colonizada por el egoísmo, lo que hace imposible cualquier medida que no sea saciar los apetitos de la “multitud” desbocada. La conciencia egoísta, estimulada en los últimos tiempos, amarra al gobierno, lo obliga a comportarse como un simple proveedor de lo ya agotado. O el gobierno rectifica pronto, o se hunde en el fango de su propia ambigüedad.
¡Maduro sin Socialismo no es Chávez!
¡No al anarcopopulismo! ¡No al economicismo!
¡Detener al fascismo con Socialismo!
¡Irreverencia y Lealtad!
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