Creo que es importante no perder nunca la capacidad de asombro. He conocido a demasiada gente que la perdió por completo antes de tiempo y de verdad que me daban mucha lástima. No se trata de ir todo el día por ahí como un idiota con la boca abierta y sorprendernos de todo lo que vemos, pero sí de saber reconocer lo que nos resulta nuevo. Para ello hay que saber aceptar, humildemente, que no lo hemos visto todo.
Y según parece no es nada fácil. Digo según parece porque cada vez me topo con más gente que no se inmuta ante las cosas bellas y las cosas bellas siempre son nuevas y siempre deberían asombrarnos. Un campo de amapolas, por ejemplo, que hemos visto decenas de veces desde que éramos pequeños, no resulta menos asombroso cuando tenemos 40 años. Para mí es todo lo contrario. Cada primavera, cuando veo los campos floridos me pregunto con asombro : ¿será posible que aún queden flores silvestres en este mundo?
Porque de esa capacidad de asombro y fascinación va a depender en gran medida nuestra facilidad para jugar y para ser libres. Sí, así de rotundo: nuestra libertad, entre otras cosas, también depende de que seamos capaces de contemplar un atardecer y quedarnos mudos ante la belleza que se despliega ante nuestros los ojos. No puede pasar desapercibido ese olivar milenario con su corteza toda arrugada y retorcida, ni las gotas de rocío que se forman en las plantas de nuestro balcón cuando se acerca el invierno, ni la luna, tan cambiante siempre, tan distinta y a la vez tan única. Son detalles que la vida nos regala para que nos gusten, para que los veamos como si los viésemos por primera vez y tengamos la humildad suficiente para emocionarnos de nuevo y la sensibilidad necesaria para hacerlo de corazón.
Humildad es una palabra clave. Sin humildad no habrá asombro, ni capacidad de sorpresa, ni nos parecerá algo nuevo lo que vemos (aunque lo sea), ni sabremos lo que es jugar, ni seremos capaces de desarrollar la poca sensibilidad que nos quede. Sin humildad nunca se nos acercarán con el corazón limpio a ofrecernos sabiduría. Antes al contrario vendrán a tratar de arrebatarnos lo que puedan porque seremos un blanco fácil y cómodo, un blanco que, precisamente por esa falta de humildad, se merece que lo puteen y le hagan la vida imposible.
La capacidad de asombro y de sorpresa es una actitud ante la vida, un posicionamiento consciente en el mundo que nos rodea, un regalo que nos hacen para que vivir valga un poquito más la pena. El día que deje de haber cosas que nos asombren será el día que termine el mundo.
Ese día, de un modo u otro, habremos muerto todos.