....Hoy de nuevo estoy vivo.De nuevo te levanto,vida.sobre mis hombros...Fragmento, Pablo Neruda.
Si la vida se tratase como un proceso creativo y si la Escuela fuese ese lugar de Vida, donde el niño aprende de ella y en ella, creceríamos considerando que no hay conocimientos sin expresión. “No podemos entender al hombre sin su capacidad de expresión y creación, sin interpretar la vida como un desarrollo personal mediante la construcción de formas, mediante la creación de lenguajes, de imágenes y de vidas absolutamente personales, sin la posibilidad de alcanzar, creándolo, la plenitud de lo que somos.” (Teresa Aizpún, La polifonía de la creación. Gramática de la vida)
Y si consideramos esto como un proceso natural en la infancia y parte del desarrollo de los niños. La creatividad como un proceso natural y motor del pensamiento, además de la personalidad. Quizás por ello el niño busca inevitablemente un lugar para poder ser él mismo. Como una necesidad básica del ser humano. Si esto que es un proceso natural, se rompe en el camino bien por las prisas, presión de imponer contenidos o ritmos por encima a los ritmos propios de la infancia, etc. ¿Qué pasaría? Podríamos considerar que los altos y bajos en la salud de los niños a lo largo del curso, quizás no sean tan casuales, entre otros factores personales o colectivos. Habrá que profundizar e investigar más sobre esto.
En cualquier caso quizás son el reflejo de un ajuste o de muchos, de todos aquellos procesos impuestos o no, que influyen en el día a día en el aula. Además si consideramos que el ser humano se disputa por encontrar sentido a la vida como decía Viktor Frankl o por encontrar el mejor modo de expresarnos y ser nosotros mismos de forma libre y auténtica.
Ya es final de curso y estamos haciendo evaluación y evaluaciones finales. En un hilo continuo de vida vemos como empezó el curso y como acaba. Casi descubro que el cuerpo podría ser ese escenario de sucesos anímicos, inconscientes o no, de aquellos gritos que provienen de nuestro interior. Y descubro en estos abrazos de final de curso, un sabor diferente, de los del principio. Un lenguaje corporal que también es lenguaje que representa toda una trayectoria de curso en la escuela.
Cada abrazo es como un dibujo de la relación de nuestros cuerpos con el entorno y con el mundo afectivo que nos envuelve. Los maestros nos llevamos en nuestra mochila durante el verano la experiencia de todo el curso para seguir reflexionando sobre el hacer pedagógico, la sistémica del aula, las relaciones humanas y la esencia de la infancia y el niño como de nosotros mismos.
Dando recursos para la expresión con las nuevas tecnologías.