A inicios de octubre salió un disco super esperado aunque archiprotegido para bajar y que suscita esa especie de paradoja sobre la figura de los eximios productores musicales al mando de una banda. Bajo el efectista título Ultraísta Nigel Godrich, el productor estrella que trabajó con Radiohead (desde Ok Computer hasta King of Limbs) con Paul Mc Cartey, Beck y U2 entre otros, lanzó el disco debut y homónimo de su banda que dejó la ambigua combinación de belleza y vacuidad. Junto al baterista y productor Joey Waronker (convocado por REM, Smashing Pumpkins, Norah Jones y Elliott Smith) y la cantante veinteañera Laura Bettinson, el trío no parece haber complacido las expectativas que generaron sus cortes de difusión Smalltalk y Static light.
En efecto, lo que se escuchó después en el disco es apenas una tenue continuación de la cadencia acid house y deep advertida en esos adelantos y un insospechable link al trabajo solista de Thom Yorke The Eraser. Lo curioso es que además no hay un solo rastro concreto de la supuesta dosis de afrobeat tan anuncida durante el lanzamiento.
Ultraísta se presenta con un trabajo bien concreto, delicado aunque demasiado homogéneo. Una decena de canciones donde los elementos a repetición que uniformizan y le dan identidad a la banda son: una estética visual minimal donde el recurso de los colores sustractivos se vuelcan tanto en el arte de tapa como en los videos. Parches electrónicos (Octapad), bases disparadas vía Macbook, rellenos de batería acústica, sintetizadores sustractivos y un registro de voz femenina poco distintivo que ni amaga con romper la monotonía compositiva.
Parece que la madre de Godrich le regaló un libro de Borges que encontró en un centro de caridad y el gran productor se cebó hasta inspirarse en el Ultraísmo y otros movimientos artísticos del período de entreguerras para formar su propia banda.
Lo que motorizaba a los ultraístas era ir ´Más allá de los ismos´ en producción literaria. Sin embargo, y no es por esgrimir una especie de chauvinismo reseñista pero una banda local como Isla de los Estados que tiene como líder creativo a la usina prolífica de Flavio Etcheto genera propuestas musicales mucho más jugadas, modernas y variopintas que un refrito mainstream de sonidos, arreglos y bases electros ya super recorridas y que sacan chapa por inspirarse en el espíritu de una secta literaria de la que Borges, en verdad, siempre renegó.